Salud

En busca de un nuevo paradigma contra el alzhéimer: 17 años sin aprobar un fármaco

La ciencia se enfoca en los biomarcadores, pruebas que ofrecen un diagnóstico fiable de la enfermedad incluso antes de que aparezcan los síntomas, para encontrar un nuevo abordaje. La memantina, autorizada en 2003, es el último fármaco específico aprobado contra el Alzheimer.

Un anciano mira a la playa.

La memantina, aprobada en 2003, es el último fármaco específico autorizado para tratar la enfermedad de alzhéimer. “Dieciséis años y desde entonces nada. Y no ha sido por falta de esfuerzo ni de inversión”, afirma Miguel Medina, director científico adjunto de CIBERNED e investigador principal del Proyecto Vallecas de detección precoz del alzhéimer, de Fundación CIEN.

El investigador lamenta que “desgraciadamente, el problema del alzhéimer es más complejo de lo que se pensaba hace cinco años”. Desde los años noventa y hasta entonces, la hipótesis amiloide – que basaba el abordaje de la enfermedad en el control o la eliminación de la proteína amiloide en el cerebro – había sido aceptada de forma generalizada por la comunidad científica. “Pensamos que una vez identificada, sería relativamente rápido controlar su producción y ver beneficios clínicos, pero todos los abordajes han fallado”, incide Medina, que subraya que por ello actualmente “el escepticismo es grande y el ánimo está bajo en la investigación”.

Una de las claves de este fracaso, considera el neurólogo, es “que cuando se empieza a tratar, ya es tarde”. Y aquí es donde entran en juego los biomarcadores, pruebas diagnósticas suficientemente específicas y sensibles como para ofrecer un diagnóstico certero de la enfermedad, incluso antes de que aparezcan los síntomas.

Porque hasta ahora, y aún se realiza en muchos hospitales, las pruebas que se realizan para diagnosticar el Alzheimer no son ni específicas ni sensibles como para alcanzar un "diagnóstico de seguridad". "En muchos hospitales, ante los inicios del deterior cognitivo leve, se realizan analíticas y un TAC o resonancia magnética que descartan problemas secundarios y fijan el grado de atrofia del cerebro, pero no son certeras", indica Miquel Barberá, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Mutua de Terrasa y coordinador en las recientes jornadas "Enfermedad de Alzheimer. Un enfoque evolutivo" celebradas en Barcelona. Según Barberá, esta metodología de diagnóstico deja de un 30 a un 40% de falsos diagnósticos de alzhéimer.

Los biomarcadores, claves para el diagnóstico y la investigación

En los últimos años, sin embargo, se ha avanzado en el hallazgo de biomarcadores, que son las pruebas que permiten un diagnóstico certero de la enfermedad. Actualmente, la principal es el análisis del líquido cefalorraquídeo (a través de una punción lumbar, una prueba invasiva) en la que se detectan los niveles de las proteínas beta amiloide y TAU, claves en el proceso patológico de la enfermedad, que es la acumulación de estas proteínas en el cerebro. "Si se encuentran niveles por debajo de lo normal, significa que las proteínas se están acumulando en el cerebro", explica Barberá.

El otro biomarcador disponible es la prueba PET amiloide, esta con un coste superior, que permite ver el nivel de esta proteína en el cerebro. Ni esta, principalmente por su coste,ni la extracción del líquido cefalorraquídeo se realizan de forma generalizada en los hospitales. "Aunque su importancia está contemplada en el Plan de Demencias del Ministerio de Sanidad, lo cierto es que su aplicación depende mucho de la comunidad autónoma e incluso del hospital", dice Barberá. Entre los casos que conoce más de cerca, el Hospital Clínico Provincial de Barcelona realiza de forma sistemática la extracción de líquido cefalorraquídeo a menores de 75 años mientras que en otros hospitales con unidades de demencia, la tasa se queda en el 20/25%, según el neurólogo.

A la vez que generalizar estas pruebas, la investigación se centra también en trasladar el biomarcador del líquido cefalorraquídeo a la sangre. "Ya hay investigaciones avanzadas para encontrar la proteína amiloide en sangre. Esta prueba, al ser menos invasiva y costosa, permitiría extender la detección a un mayor número de personas y conseguir una detección precoz", explica Medina.

Tanto Barberá como Medina coinciden en la importancia de avanzar en el estudio de biomarcadores como una vía de abordaje de la enfermedad. "La sensación de los científicos es que cuando aparecen los síntomas ya es demasiado tarde, por ello los esfuerzos se centrar en los tratamientos preventivos, para lo que se necesitan los biomarcadores, que permitan retrasar al máximo la aparición de la enfermedad", explica Medina.

El valor de los biomarcadores es muy alto a nivel de diagnóstico, ya que permite abordar la enfermedad de una forma distinta. "Con el diagnóstico se pueden tratar los factores de riesgo, adaptar la vida, tomar las decisiones de futuro desde la distancia, iniciar tratamientos específicos antes y participar en estudios de investigación", afirma Barberá, que subraya además el valor "de descartar antes también que se trata de alzhéimer, con la posibilidad de buscar la verdadera causa, que quizás sea reversible".

Estos biomarcadores son el presente porque la cura del alzhéimer, coinciden los investigadores, aún se ve lejos. "Es posible que el futuro vaya de la mano de una terapia de combinación, como ha ocurrido con el cáncer, que se ataque la proteína beta amiloide y la TAU al mismo tiempo. Pero esto aún está por demostrar", concluye el investigador de Ciberned.

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