No es que se nos olvide el calor que hace de un año a otro. No, cada año hace más calor. Las temperaturas son más altas en invierno y son más altas en verano. Cada año se baten nuevos récords. Y van a seguir subiendo. Son los síntomas del calentamiento global, la crisis climática, el cambio climático. Se puede mitigar con la acción humana, pero lo que seguro que tenemos que hacer, en el futuro, es adaptarnos.
Si nada lo remedia, el calor y la sequía podrían instalarse en España en 30 años dejando en Madrid un clima similar al del Marrakech de hoy, como ha revelado un estudio del Instituto Federal Suizo de Tecnología de Zúrich tras evaluar más de 500 ciudades.
Madrid a la temperatura de Marrakech, Londres a la de Barcelona y Estocolmo a la de Sofía. De media, el clima de estas ciudades europeas se transformaría en el de otras urbes 1.000 kilómetros hacia el trópico. Temperaturas que se elevarían en casos como el de Madrid más de seis grados en verano. Según los datos que maneja el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) para España, la previsión de aumento de temperaturas (si no se toman medidas de gran calado) será de 0,6 grados por década. Es decir, unos dos grados más en 2050 y entre cuatro y cinco a final de siglo. "Este es el escenario más pesimista pero también más realista. Y aquí nos interesa no tanto cuánto sube la temperatura sino a qué ritmo lo hace, porque eso marcará las posibilidades de adaptación que tendremos", afirma Julio Díaz, jefe de Epidemiología y Bioestadística de la Escuela Nacional de Sanidad del ISCIII y experto en cambio climático.
Los dos grados a nivel global (incluidos océanos, donde la temperatura cambia más lentamente) son precisamente, según los Acuerdos de París de 2016, el máximo que el planeta puede afrontar en los próximos años. “Frente al cambio climático tenemos una gran incertidumbre. Pero todos los esfuerzos a nivel internacional van encaminados a frenar el aumento de las temperaturas y el objetivo que se plantea es un máximo de 2 grados, con esfuerzos a que pueda limitarse a 1,5 grados”, indica Joan Ramón Villalbí, presidente de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS).
Los esfuerzos internacionales van encaminados a que las temperaturas no suban más de dos grados las próximas décadas
Más allá de la precisión de estas previsiones, lo que los expertos tienen claro es que las temperaturas van a seguir aumentando y vamos a sentir en nuestra vida diaria los efectos del cambio climático. Instituciones públicas de todos los ámbitos, como los Ayuntamientos de Madrid, Sevilla y Barcelona llevan años, bajo el mando partidos de distinto signo político, analizando los escenarios de futuro de sus ciudades. Uno de los esfuerzos institucionales más ambiciosos es el El Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático, elaborado por la Oficina Española de Cambio Climático (OECC) que desde 2006 hace seguimiento de las medidas de mitigación, impacto y adaptación a la crisis climática que afrontamos.
En 2015 la ciudad de Madrid señalaba en el documento Análisis de de vulnerabilidad ante el cambio climático en el municipio de Madrid, algunos de los problemas que la ciudad tendrá que afrontar en el futuro y que se aglutinan en cuatro áreas de impacto: Olas de calor y su impacto en la salud, sequías y problemas de suministro e impacto económico, inundaciones y gestión del agua de las tormentas y, por último, degradación ambiental y pérdida biodiversidad. Si bien estos problemas son extrapolables a la gran mayoría de ciudades de España, en las ciudades de costa se añaden los problemas derivados del incremento del nivel del mar.
Olas de calor: “canícula irrespirable”
Las olas de calor, el lado más extremo de la subida de temperaturas, son la consecuencia más directa del cambio climático en las ciudades, como apunta el presidente de SESPAS. Y España es, según algunos estudios, el segundo país del mundo donde se registran más olas de calor y de mayor duración. Cada año mueren 1.400 personas por exceso de calor y las temperaturas son cada vez más extremas y sostenidas, pues otro análisis reciente de la Agencia Estatal de Meteorología constataba que el verano dura ahora cinco semanas más que hace 40 años.
Aunque hay evidencias de que los españoles ya nos hemos ido adaptando al cambio climático - la mortalidad asociada al aumento de temperaturas se ha reducido del 14 al 1% por cada grado de más, según un estudio del ISCIII -, los expertos inciden en la necesidad de establecer medidas enfocadas a proteger a los colectivos más vulnerables. Los ancianos, los niños pequeños, enfermos y embarazadas e incluso los deportistas (si no mantienen ciertas precauciones) son los más sensibles a sufrir tanto un golpe de calor como el agravamiento de otras patologías previas. Estos grupos representan, sobre todo por el envejecimiento de la población, un colectivo en aumento.
El calor extremo se relaciona en un estudio con un incremento del 9% del riesgo de accidente laboral
El investigador revela que la adaptación se está viendo en todos los grupos de edad excepto uno, el de adultos de 18 a 45 años. Y esto creemos está relacionado con el trabajo, por lo que es muy importante desarrollar estrategias en este sentido. No se puede consentir que haya un trabajador poniendo asfalto en verano a las tres de la tarde, la clave está en la educación", apunta el experto del ISCIII. Estos trabajadores más expuestos al clima, con puestos al aire libre o que desarrollan su trabajo en lugares sin aclimatar, son el foco del proyecto Saludapt de Estrategias territoriales para la adaptación y la protección de la salud ante el cambio climático en el ámbito de los trabajadores, elaborado por Comisiones Obreras. Un informe que recoge datos de un estudio de 2018 en el que se relaciona el calor extremo con un incremento del 9% del riesgo de accidente laboral, así como un 4% más en el caso de frío extremo. Sin llegar a los accidentes laborales, otro estudio publicado en The Lancet en 2018 recogió un descenso de la productividad del 5,3% entre 2000 y 2018 en las poblaciones expuestas, y aseguraba que la pérdida de capacidad de trabajo en las zonas más calurosas es de un 10% que podría incrementarse a un 30 o 40% en 2085.
Díaz recuerda también que la última ola de calor grave en Europa - que a muchos recuerda las temperaturas récord que se han vivido estos días en París o Reino Unido - dejó 70.000 muertos en Europa, 6.600 de ellos en España. "Eso afortunadamente no se ha vuelto a repetir, porque a partir de ese año el Ministerio de Sanidad puso en marcha el primer plan de prevención del calor", recuerda Díaz, que incide en que de aquellos 6.600 muertos sólo un 2% se debieron a golpes de calor. "Se pueden tratar de evitar los golpes de calor, pero la mortalidad viene del agravamiento de enfermedades asociadas".
Trastornos nuevos o agravados
Los expertos coinciden en que una de las amenazas que el cambio climático tiene para la salud es el aumento de enfermedades que no teníamos como propias se instalen en España, como las transmitidas por mosquitos. El mosquito tigre, capaz de transmitir enfermedades como el chikunguña, el zika o el dengue, está cada vez más presente en España y se teme que enfermedades que no teníamos como propias se implanten pronto en España. Villalbí subraya que el calor propicia que estos mosquitos tengan más ciclos reproductores y consigan aumentar sus poblaciones.
Las enfermedades de la piel también pueden verse agravadas por el cambio climático. Agustín Viera, miembro de la Junta de la Academia Española de Dermatología y Venereología, afirma que las temperaturas elevadas inciden en el envejecimiento prematuro de la piel, a través del estrés oxidativo. "Una piel deshidratada es más sensible a irritaciones e infecciones", explica el médico, que añade que el cambio climático aúna el factor de las temperaturas con el de la polución: "La contaminación provoca no sólo un envejecimiento de la piel que pueda producir arrugas, también manchas, secreción de sebo y puede fomentar el desarrollo de enfermedades típicas como la rosácea o los eczemas". El dermatólogo también pone el foco en el cáncer cutáneo, para el que habrá que extremar las precauciones: "Estamos estudiando los efectos más allá de los conocidos de la luz ultravioleta, sino de la luz visible y los infrarrojos, para poder desarrollar nuevas estrategias de protección".
El calor influye también en el envejecimiento prematuro de la piel
Si ya se dice que las alergias se están disparando, el cambio climático podría traer una incidencia aún mayor. Según los datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica, las alergias se van a duplicar de aquí a 2050 por culpa de la contaminación. Un factor al que se suma, explica Villalbí, "se trata de tener más verde en las ciudades pero la vegetación florece, genera más polen y puede afectar más a la gente. Por ello también habrá que buscar especies menos propicias a alergias y cambiarlos por los tradicionales ciprés, olivo o plátanos".
"El cambio climático no crea nuevas enfermedades pero las intensifica", afirma Díaz. Las consecuencias del aumento de las temperaturas (y consiguiente aumento de la contaminación) en enfermedades respiratorias, el aumento de los trastornos del sueño, hasta el aumento de enfermedades mentales, gastrointestinales o renales que se relacionan con la sequía extienden en todas direcciones las consecuencias que tendrá el cambio climático. Cambios para los que se necesitarán estrategias globales, que abarquen tanto la información, como los cambios de hábitos o en las propias estructuras de las ciudades.
Efecto Isla de calor
El aumento de las temperaturas tiene un efecto directo sobre las ciudades, más que sobre los núcleos rurales. Se trata del efecto isla de calor, clave - como explica Jonathan Gómez, cantero geógrafo-climatólogo e investigador en cambio climático, “en el contexto de cambio climático en el que cada año batimos récords de temperaturas mínimas y máximas, las horas más frescas, como el amanecer, cada vez lo son menos. En los próximos años las ciudades se calentarán por el día mucho más y no podrán refrescarse porque por la noche las ciudades emiten todo el calor acumulado durante el día. Este es el fenómeno de la isla de calor urbana”.
Los materiales de la ciudad, hormigón, asfalto y cristales, acumulan calor por el día que, llegada la noche, lo irradian"
"Los materiales de la ciudad, hormigón, asfalto y cristales, acumulan calor por el día que, llegada la noche, lo irradian". Así se produce la la isla de calor, explica Cantero, el calor existente en la periferia de una ciudad, en el campo, la temperatura puede ser de cinco grados menos. “Las islas de calor urbanas van a ser mucho más intensas en los próximos años, por el día se van a calentar más y por las noches, además, va a refrescar menos. Y eso va a ser un problema a la hora de conciliar el sueño, disparará el gasto energético porque se dormirá siempre con el aire acondicionado”, añade.
Algunas medidas para mitigar el calor de las ciudades pasan por aplicar en cubiertas de edificios pintura blanca reflectante, cubrir con grava o hacerla ajardinada. Las fachadas de los edificios si se cubren con jardines verticales, tendrán menos calor y mejorarán el aire de la ciudad.
Pablo Rodríguez Bustamante, experto de la consultora GEOCyL destaca el papel de la renaturalización de las ciudades “pero no sólo tal y como los conocemos habitualmente -parques, jardines, etc.- sino mediante diversas acciones que “reverdecen” la ciudad: jardines verticales, toldos vegetados, suelos drenantes o permeables o, incluso, llanuras de inundación que sirven para controlar las avenidas/crecidas de los ríos cada vez más acusadas, efecto directo del cambio climático”.
Convivir con tormentas y sequías
Es la gran paradoja del cambio climático de nuestro futuro, mientras las ciudades tienen que adaptarse a contar con menos recursos hídricos, en paralelo, tienen que afrontar fenómenos meteorológicos extremos como las tormentas, especialmente en las ciudades mediterráneas.
Alicante cuenta con un gran tanque anti tormentas que al que se canaliza el agua de la ciudad en caso de riada
“En los próximos años habrá tormentas más severas y más frecuentes. Hablamos de precipitaciones súbitas e intensas así que las ciudades tendrán que disponer de sistemas de captación de lluvia, no sólo para canalizar el agua sino para aprovecharla; las ciudades tendrán que adaptarse a esta situación lo que además afecta al ordenamiento urbano, porque no se podrán ocupar zonas inundables”. Jonathan Gómez Cantero pone como ejemplo la ciudad de Alicante que cuenta con unas infraestructuras modélicas. Alicante cuenta con un gran tanque anti tormentas que al que se canaliza el agua de la ciudad en caso de riada. Esta infraestructura que se creó por la gota fría es un ejemplo como buena práctica pues el agua canalizada termina bajo un campo de fútbol. La ciudad cuenta con uno de los pocos parques inundables de España, el parque de La Marjal. “Es un espacio verde, con un lago y rico en biodiversidad si se produce una tormenta el agua se canaliza al parque, no va a la ciudad va a ese parque y ese agua se puede depurar, y reutilizar”, explica Cantero.
Las sequías también jugarán un papel más relevante en 2050, por su relación directa con la mortalidad, según los estudios del ISCIII. "Los incendios provocan un aumento de la contaminación, que está relacionada con más mortalidad. También producen un mayor número de enfermedades gastrointestinales, renales, cadiovasculares y respiratorias, derivadas de la polución", indica Díaz.
Barcelona sin playas
Si bien los problemas de vulnerabilidad por inundaciones por lluvias torrenciales detectados en Madrid en barrios como Barajas, Vallecas o Villaverde, el grueso de los problemas causados por el agua se producirá en la costas, donde vive la mitad de la población española.
La sobre explotación de nuestro litoral es, según Paloma Nuche responsable de Costas de Greenpeace una vulnerabilidad añadida a los efectos del cambio climático. Según esta ecologista y el informe A toda costa 2018 tenemos muy mermada “la capacidad que la vegetación tiene de amortiguar las inundaciones, ya que las raíces de la vegetación favorece la infiltración del agua hacia el subsuelo cuando el cielo descarga miles de litros rápidamente, mientras que la cementación actúa como pista de aceleración impidiendo la infiltración del agua y acelerando su velocidad, aumentando la agresividad de la inundación. Además, una cadena de dunas, un bosque costero o un bosque sumergido de Posidonia oceánica amortigua la subida del nivel del mar”.
Para abordar los problemas de las costas en el futuro, según la ecologista, además de preservar los ecosistemas costeros supervivientes al ladrillo hay “que hacer una gestión de la costa con una visión ecosistémica y no con criterios topográficos homogéneos para toda la costa. La actual ley de costa delimita el dominio público marítimo terrestre en 20 metros, de manera general, el mismo criterio para toda la costa, pero la costa es diversa, existen diferentes tipologías de costas, cada una con unas dinámicas propias frente al cambio climático. Necesitamos una nueva ley de costas con una visión ecosistémica. Está aprobada la Estrategia de Adaptación al Cambio Climático de la Costa Española, pero no está implementada”, señala.
Las playas están en riesgo no por la subida directa del mar si no porque reponer la arena va a ser inviable
Miriam García Gracía, urbanista y directora de la Consultora LandLab y autora del estudio La reinvención de la costa. 2100: Escenarios de cambio climático de la costa metropolitana de Barcelona, apunta a diversos impactos en el litoral como “inundaciones, temporales más intensos y frecuentes, intrusión salina [en los acuíferos], erosión, aumento de la temperatura del mar y acidificación, así como pérdida de la biodiversidad”.
“Para el año 2050, el nivel medio del mar seguirá creciendo, lo que provocará inundaciones graduales en las costas de todo el mundo, especialmente en las sedimentarias y deltáicas, más vulnerables a la erosión. A esta inundación permanente hay que sumarle la altura del oleaje en los casos de fuertes temporales que se prevén cada vez más intensos, frecuentes y sometidos a fuertes dinámicas de cambio en su dirección”, apunta Miriam García García.
Uno de los grandes riesgos de muchas ciudades es la desaparición de sus playas. No porque la subida directa del mar si no porque reponer la arena va a ser inviable. “Barcelona es una gran metrópoli situada entre dos deltas de dos ríos, se sabe que sus playas van a desaparecer en el futuro porque cada año hay que reponerlas con arena, son realmente playas artificiales, a pesar de ser el “monumento” más visitado de la ciudad”, asegura Paloma Nuche.
“Si en nuestros días la mayoría de las playas no cuentan ya con aporte natural de sedimentos, las mantenemos artificialmente dragando arena del fondo marino o moviéndola de otras costas, para el 2050 la situación será aún más evidente con fuertes retrocesos erosivos, reducción de su superficie útil e incluso en algunos casos algunas de nuestras playas desaparecerán (especialmente las expuestas a oleaje con pendiente reducida y menores de 50 metros de ancho)”, asegura Miriam García.
Para esta experta la adaptación de las ciudades de costa pasa por “evitar la ocupación del suelo de nuestro litoral -ni un metro cuadrado de cemento más- y rediseñar nuestras costas desde la resiliencia, prioritariamente con medidas basadas en la naturaleza, abandonado, en la medida de lo posible, las infraestructuras rígidas”.
Sin embargo, ni el calor, ni la contaminación son para expertos como Díaz o Villalbí los principales factores que preocuparán en España en 2050. "El principal problema que tendremos serán los desplazados. Ya hay más migrantes por el clima que por las guerras", afirma el experto del ISCIII. Precisamente un estudio de este mes de julio confirmaba esa afirmación. "Hay lugares del mundo, como el Sagel, donde no se va a poder vivir. Y aún hablamos del cambio climático pensando en futuro, pero es que ya está ocurriendo", concluye Díaz.
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