Amaya tenía 52 años y llevaba seis días luchando contra el coronavirus en el Hospital de Basurto, en Vizcaya. Era enfermera y se ha convertido en el primer sanitario que pierde la vida por culpa del coronavirus, aunque un número indeterminado de profesionales en toda España ya han sido contagiados. Indeterminado porque el Gobierno no ofrece este dato pese a las insistentes preguntas de periodistas, organizaciones sindicales y colegiales. "Hemos pedido las cifras repetidas veces y no nos las dan. No se les hacen las pruebas. No conocemos la dimensión de la pandemia", afirma rotundo Diego Ayuso, secretario general del Consejo General de Enfermería.
Su profesión, asegura, "está de luto" y "el miedo es mucho". Los sanitarios han llegado al punto de improvisar con cosas que tienen en casa los equipos de protección que no tienen. "Se están protegiendo la cara con carpetas de plástico y gomas, están haciendo batas con bolsas de plástico. Esto en un país como el nuestro no debería ocurrir nunca".
Por eso, la noticia hoy de la muerte de una compañera junto al riesgo de contagiarse ellos o, más aún, contagiar a sus familiares, no contribuye sino a aumentar la ansiedad entre los profesionales sanitarios. Hace apenas tres días era el sindicato médico Amyts el que transmitía los mensajes de "angustia, de miedo, de ansiedad, de desesperación e impotencia" que les hacen llegar los médicos en Madrid. Y la situación no hace más que ir a peor, con más de un 20% de incremento de los casos cada día.
Sin embargo, por encima de ese miedo se cierne otro que preocupa aún más a muchos de quienes se están jugando la vida en primera línea sanitaria. Lo explica una médica que ejerce en un hospital público madrileño donde llevan ya días desbordados: "¿Que si tengo miedo a contagiarme? Qué va, para nada, y eso que no tenemos los medios suficientes para protegernos porque no hay, pero ese no es mi miedo ni el de muchos de mis compañeros. El mayor miedo que tenemos es cómo vamos a acabar mentalmente después de todo esto".
Para esta médica, lo peor son las "situaciones durísimas en las que los pacientes están aislados y las familias no pueden entrar a estar con ellos". Son ellos quienes contactan a diario con los familiares, casi siempre por teléfono, con información que en muchos casos no es positiva. "Es duro ver como al otro lado del teléfono te piden que por favor les digas que ha sido el mejor padre, madre, abuelo o abuela del mundo y así cada día. No solo es un machaque físico a nivel de trabajo, sino un machaque psicológico brutal".
Otros profesionales de zonas donde aún hay un número pequeño de casos observan la situación con menos estrés pero similar incertidumbre. "Nos ha dado tiempo a prepararnos, pero nos preocupa lo que pueda venir. En algunos hospitales de la zona donde aún no hay casos ingresados ya hay profesionales infectados y no sabemos hasta cuándo nos durarán los equipos de protección individual", explica un médico intensivista andaluz.
Preocupan los equipos de protección pero preocupa también, ante la evolución de la epidemia, "la falta de profesionales para cuidar a los enfermos", indica el portavoz del Consejo General de Enfermería. "No es que se abran más camas ante el colapso de las UCIS, ni siquiera que se puedan conseguir más respiradores, es que no hay profesionales sanitarios para cuidar a tantos pacientes críticos. Por cada dos camas se necesitan cinco enfermeras, y no hay, ahora nos damos cuenta pero el problema ya estaba ahí porque la tasa de enfermeras en España está muy por debajo de la europea".
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