En unas horas, el COVID-19 se llevó a María. Los síntomas empezaron el jueves por la tarde y, tras una noche de agonía, la anciana expiró a las 10:30 del viernes 20 de marzo en su habitación de la residencia Nuestra Señora del Carmen en Cantoblanco, perteneciente a la Agencia Madrileña de Atención Social (AMAS), de la Comunidad de Madrid.
A su lado estuvo Carmen. Esta otra mujer [cuyo nombre real, al igual que el de María, es otro], asistió a la rápida evolución de la enfermedad de su compañera de habitación pero además permaneció – y eso es lo que han querido denunciar algunos trabajadores del centro – más de 10 horas junto al cadáver. “Desde el jueves por la noche se sabía que María iba a fallecer, pero nos obligaron a acostar a Carmen en la misma habitación y allí permaneció hasta la tarde siguiente, al lado del cuerpo inerte por más de 10 horas”, lamenta una trabajadora del centro que pide quedar en el anonimato.
Un biombo fue toda la medida de separación que se estableció entre María y Carmen, que hasta entonces y según relata la trabajadora, no había presentado síntomas de coronavirus. Según otro trabajador de la residencia, la petición de traslado de Carmen cuando María se puso enferma y se conoció que le quedaban pocas horas de vida recibió por respuesta: “¿Pero esta señora se da cuenta o no se da cuenta?” También denuncia que al día siguiente se informó a los trabajadores de que "continuará allí y se la sacara al pasillo cuando viniera la funeraria".
Pero el colapso en las funerarias de Madrid – que ha provocado ya la apertura de dos morgues extraordinarias, en el Palacio de Hielo y la Ciudad de la Justicia – hizo que el cadáver permaneciera en la cama de su residencia otras 15 horas, más de la mitad de las cuales lo hizo junto a la que había sido por más de un año su compañera de habitación. "Con el cambio de turno [a las 15:00] volvimos a solicitar que se sacara a Mercedes de allí y al final fue una trabajadora social la que a base de su empeño consiguió que se la cambiara", relata esta trabajadora. El Independiente ha tratado durante varios días de obtener la versión de las Consejerías de Asuntos Sociales y Sanidad, que han estado al frente de esta gestión.
Para estos dos trabajadores, uno en cuarentena por síntomas y el otro confirmado de COVID-19, el caos en esta residencia es fruto de la "mala gestión" continuada desde hace al menos tres semanas, cuando empezaron a experimentar casos. "La dirección ha sido muy opaca con la información. Ha sido un maltrato, trabajadores sin protección, no se han reforzado las plantillas. Los casos de aislamiento impiden que podamos seguir los protocolos de atención e higiene y cada vez somos más trabajadores de baja. No se está protegiendo la integridad ni de los mayores ni nuestra", denuncia el trabajador, que cree que la orden de no cambiar de habitación a Carmen se debió a que "no sabían donde ponerla". Según confirma la trabajadora, el lunes 23 Carmen experimentó los primeros síntomas de COVID-19.
Desde el Gobierno no se han ofrecido datos sobre el personal de residencias de ancianos que ha sido dado de baja o aislado por coronavirus, pero la carencia de material de protección es similar o mayor a la de los profesionales sanitarios en hospitales, donde los contagios se han extendido de forma muy importante. Este mismo lunes Sanidad confirmaba 12.300 contagios entre el personal sanitario, un 15% del total y una de las tasas más altas a nivel internacional. La exposición al contagio de las trabajadoras de residencias ha sido muy elevada, como denunciaban distintas asociaciones a El Independiente hace unos días, cuando relataban que se les había prohibido usar mascarillas para no alarmar a los ancianos.
Las residencias de ancianos son uno de los principales focos de la pandemia en España y han dejado verdaderas tragedias, la última apenas este domingo en Leganés con 11 ancianos fallecidos que permanecían en sus camas, pero antes también en Tomelloso, Madrid o Vitoria. Las acciones del Gobierno, que ha enviado al ejército a desinfectar residencias, no consiguen frenar la extensión del virus que encuentra en estos lugares con alta concentración de personal de riesgo el perfecto caldo de cultivo para mostrarse con toda su virulencia.
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