Seis de cada 10 fallecidos por COVID-19 padecían una enfermedad cardiovascular, lo que convierte a estas dolencias en el principal factor de riesgo de mortalidad en esta epidemia, muy por delante de las siguientes, que son la diabetes y el EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica).
Así lo recoge el último informe científico técnico sobre el coronavirus del Ministerio de Sanidad, fechado el 18 de mayo, que compara el porcentaje de españoles que padecen esas enfermedades con su representación entre los enfermos totales de COVID-19, los que sufrieron la enfermedad en su forma más grave y los fallecidos.
Mientras que las enfermedades cardiovasculares afectan al 11% de los españoles, estos fueron el 28,5% de los que sufrieron COVID-19 (en los casos registrados por Sanidad). Su representación es aún mayor en los casos que requirieron hospitalización en cuidados intensivos, pues fueron el 40%, y el porcentaje se eleva aún más en los fallecidos, hasta el 61%. Las enfermedades cardiovasculares son a su vezla primera causa de muerte en hombres y la tercera en mujeres, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística correspondientes a 2018.
El informe de Sanidad explica que la mayor predisposición en enfermos cardiovasculares a infectarse así como su peor pronóstico se relaciona con los niveles de ACE2, la enzima a través de la cuál penetra el SARS-CoV-2 y que en estos pacientes pueden estar aumentadas.
La diabetes es la segunda enfermedad más prevalente en los fallecidos por COVID-19. La padecía el 35% aunque en la sociedad afecta a algo menos del 10% de la población. Esta dolencia fue además un factor de riesgo para infectarse y para padecer la enfermedad de forma más grave. Los diabéticos fueron el 17% de los contagiados y el 28% de los ingresados en UCI.
En tercer lugar se sitúa la primera enfermedad respiratoria que supone un riesgo en esta otra infección de las vías respiratorias. EL EPOC lo sufren el 11,17% de los españoles pero, sin embargo, casi el doble de los fallecidos por COVID-19 (22%). Esta enfermedad agravó el riesgo de mortalidad pero no el de contagio (11,6%) y de forma más ligera el de entrar en la UCI (14%). Sanidad recoge en su informe que de forma similar a la observada con el SARS (epidemia de un coronavirus similar en 2003), la prevalencia de infección entre los enfermos de EPOC es "llamativamente baja" aunque el curso de su enfermedad sí tiende a ser peor.
Con la hipertensión o tensión arterial elevada, la relación se produce a la inversa. Aunque es un trastorno muy generalizado, pues lo padece el 28% de los españoles, éstos enfermaron menos pues fueron el 13% de los casos de COVID. Su riesgo de entrar en la UCI fue menor (del 9,4%) pero sí hubo una mayor mortalidad en los contagiados que la general, pues del 13% de casos fueron el 22% de las muertes.
El informe también describe cómo el cáncer y las enfermedades neurológicas no supusieron un factor de riesgo para el contagio pero sí elevaron el riesgo de mortalidad, ligeramente en el caso del cáncer y de forma más notable en las enfermedades neurológicas, cuya causa se asienta en su mayor prevalencia entre las personas mayores, el grupo natural de mayor riesgo frente al COVID-19. Recordemos que el 85% de los fallecidos tiene más de 70 años.
El informe también recoge que el tabaco y la obesidad se relacionan con una mayor cantidad de ACE2 y, por tanto, es una de las causas que se barajan en el origen de una mayor presencia de estas dos condiciones en los infectados por coronavirus.
Enfermedades mentales y coronavirus
Sanidad también relaciona las enfermedades mentales con el COVID-19 y lo hace a través de un estudio que recogió las enfermedades psicológicas de 41 pacientes en China. El 43,9% refirieron algún síntoma psiquiátrico, el 12% sufría trastorno por estrés postraumático y un 26,8% presentaban ansiedad o depresión. El apoyo social era el factor protector más importante.
Así, Sanidad recoge que "las personas con enfermedad mental previa son especialmente susceptibles" y plantea, además, que su riesgo de recaída puede ser mayor ."debido al estrés asociado con la pandemia de COVID-19". Como causas de esto, Sanidad plantea "la vida dentro de las instituciones cerradas o las barreras de acceso a la atención sanitaria".
Como una consecuencia de la epidemia y la situación global que ha provocado - aislamiento, dificultades económicas, miedo o consumo de alcohol -, Sanidad plantea un posible aumento del riesgo de suicidios y remite a un estudio realizado con datos de 63 países y la estimación de pérdida de empleo de la Organización Internacional del Trabajo y situó el número anual de suicidios por el desempleo entre 2.135 y 9.570.
Sanidad advierte de que los trabajadores sanitarios están "especialmente expuestos a padecer problemas de salud mental debido al estrés y la sobrecarga a la que están sometidos" y refiere una encuesta china en la que la mitad de los 1.257 trabajadores sanitarios refería síntomas de depresión, el 44,6% de ansiedad y el 34% de insomnio. Aquí en España, ayer mismo se daba a conocer una encuesta realizada por la Universidad Complutense de Madrid según la cual el 80% de los trabajadores sanitarios refería ansiedad.
COVID-19 y embarazo
El informe analiza también la evidencia disponible hasta la fecha sobre la infección en embarazadas y recién nacidos y concluye que en la mayoría de los casos, las embarazadas pasan la enfermedad de forma leve o asintomática y que, en caso de neumonía "no parece ser más grave que en el resto de grupos de población".
Aunque algunos estudios - los pocos que se han realizado hasta la fecha dada la poca vida de la enfermedad - se han observado complicaciones del embarazo en mujeres con la infección, pero asegura que "no se ha podido discernir si se debían a la presencia del virus o a complicaciones propias del embarazo". Así mismo, plantea evidencias de que la transmisión se pase de madre a hijo e igualmente no hay información suficiente para certificar que los efectos adversos observados en recién nacidos fueran por causa de la infección.
Sanidad añade que "en principio la infección no se transmite por lactancia materna a través de la leche materna, pero sí por el contacto piel con piel".
La estacionalidad del virus
El informe apunta a que aún no hay evidencia suficiente para conocer si el virus tendrá un patrón estacional similar al de la gripe o catarro, sin embargo recoge estudios realizados en China que plantean esa relación.
Sin embargo, Sanidad plantea que otros factores en España, como "la alta susceptibilidad a la infección de la población en su conjunto y la relajación de las medidas de distanciamiento social con la llegada del verano" harán, probablemente que el virus se siga transmitiendo en verano "aunque con menor intensidad".
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