Fueron el foco de la epidemia durante la primera ola del coronavirus y los profesionales temen que vuelvan a serlo. Un estudio promovido por el Consejo General de Enfermería (CGE) y el Sindicato de Enfermería SATSE. ha analizado la situación en 272 residencias del país y alerta de que el 46,3% de las residencias no están preparadas para la segunda ola. Es el juicio de los profesionales que trabajan en ellas y que sienten que, aunque la mayoría han realizado algún plan de respuesta, no cuentan con los recursos necesarios para hacer frente si el virus vuelve a entrar en ellas. "La situación sería insoportable", ha dicho Pilar Lecuona, vocal de geriatría en el CGE.
La mayoría ha elaborado algún plan de respuesta pero aún hay un 12,5% que ni siquiera tiene un plan de contingencia (obligación legal según los protocolos del Ministerio de Asuntos Sociales) y la situación se produce tanto en los centros de titularidad y gestión pública como privada.
"Este estudio ha evidenciado la precariedad integral en las residencias", ha denunciado Manuel Cascos, presidente del Sindicato de Enfermería SATSE, quien ha afirmado que en ellas murió el 65% de las víctimas de la primera ola. Por todo ello, Cascos ha reivindicado "la necesidad de conocer la verdad con una auditoría independiente en todos los centros".
Entre las causas de esa falta de preparación para la vuelta del virus - que ya se ha producido en algunas residencias en las últimas semanas - está la falta de profesionales de enfermería. El número de enfermeras por residentes llega a superar los 100 en las residencias privadas durante los fines de semana.
Labores de enfermería realizadas por técnicos menos cualificados
La falta de enfermeras no afecta en exclusiva a los centros sociosanitarios, sino que también sucede en el ámbito sanitario, puesto que España tiene una tasa de 5,2 enfermeras por 1.000 habitantes frente a la media europea de 8,4.
Un déficit que tiene como consecuencia, como se desprende del estudio, que en el 93,7% de los centros se deleguen a otros profesionales funciones que deberían ser labor de enfermería y que acaban haciendo auxiliares o gerocultores. Así se extrae de este estudio, que recoge que las causas para esta delegación de tareas es en primer lugar la falta de plantilla, la sobrecarga de trabajo, órdenes de dirección y la mala organización del trabajo, por orden de importancia.
Aunque la situación no es comparable a la de la primera ola, Cascos ha incidido que sigue faltando personal. Los datos del estudio reflejan que la escasez de material de protección fue mayor en los centros públicos (escaseó en el 68,6%) frente a los privados, donde faltó en el 54%. En un tercio de las residencias, los profesionales tuvieron que fabricarse su propio material de protección.
Uno de cada tres ancianos, asintomáticos
El estudio refleja también que la gran mayoría de los centros (92,6%) ha testeado de forma masiva a casi todos sus residentes (al 91,5% de ellos) desde el inicio de la pandemia.
La tasa de positivos en las residencias es casi cuatro veces mayor que la de la población general (18% frente al 5% del estudio nacional de seroprevalencia) y con uno de cada tres ancianos que ha pasado la enfermedad de forma asintomática.
Si embargo, esa tasa de PCR positivas ha sido muy diferente entre los centros públicos (27,6%) frente al 14,8% en las residencias privadas. "Las causas no están claras, pero entre ellas puede estar una mayor falta de material de protección, como también se ha visto en el estudio, y un mayor tamaño de las residencias públicas", ha explicado José Luis Cobos, vicesecretario del CGE.
El estudio estima en un 5,5% el porcentaje de mayores fallecidos en las residencias, aunque con un mayor número de muertes en centros públicos (7,3%) que privados (5,8%).
Los test también se hicieron al 95% de los trabajadores de las 272 residencias analizadas y su tasa de positividad fue del 11,5%, el doble que la población general. Otra de las peticiones del sector es un mayor control de las posibles infecciones del personal que trabaja en los centros a través de pruebas periódicas, ya que temen puedan convertirse en puerta de entrada para el virus.
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