Los efectos de la pandemia de coronavirus que invadió el mundo en 2020 perdurarán un largo tiempo y para siempre en los libros de historia. No solo por la enfermedad y muerte que causó el virus sino por los muchos daños colaterales que ocasionó, en forma de pobreza, ruina económica o del aumento de otras enfermedades olvidadas durante la epidemia.
Sin embargo, el coronavirus también ha traído consigo una oportunidad que puede inclinar la balanza, en menor o mayor medida, del lado de la salud y que ayude a luchar contra otras guerras sanitarias que, aunque ahora parecen importar menos, también causan muchas muertes cada año. La gripe, otras enfermedades infecciosas o las provocadas por bacterias resistentes a antibióticos podrían perder el pulso si se aprovechan las armas que estamos empleando contra el coronavirus.
Una de las virólogas más prestigiosas de España, Margarita del Val, decía recientemente que las mascarillas permanecerán entre nosotros dos años más; otros expertos, incluso, creen que quizás no se irán de algunos lugares o que, al menos, no debieran irse. “De momento, al menos, se quedarán. Muchos especialistas en Medicina Preventiva llevamos años peleando para que las mascarillas sean obligatorias en centros sanitarios durante las épocas de gripe y ahora que se ha perdido esa especie de ‘vergüenza social’ a utilizarlas, puede ser muy conveniente que se mantenga la indicación más allá del Covid”, explica Alberto Torres, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública y miembro de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSPH).
Uso de mascarillas como en los países orientales
Esa pérdida de “vergüenza social” ha acercado a las sociedades occidentales lo que ya era una costumbre en el mundo oriental y que ha conseguido que en muchos de estos países la incidencia del virus haya sido menor. En Japón, por ejemplo, las primeras evidencias en el uso de mascarillas datan de muchos siglos atrás, como recuerda el doctor en Historia Japonesa, Jonathan López Gálvez: “Hay una base que relaciona el taparse la boca con la religión sintoísta, donde la suciedad es tabú, y durante el siglo XVII hay evidencias de su uso entre enfermos. Con la industrialización, algunos trabajadores las usaban para protegerse y su uso moderno se extendió con la epidemia de gripe de 1918. Sus antecedentes probablemente facilitaron que se quedara desde entonces y que su uso se haya mantenido”.
El historiador explica que actualmente “se piensa que los japoneses la usan para evitar la contaminación, aunque no es su principal motivo. Las utilizan cuando están enfermos porque son muy respetuosos, y en otros casos porque hay muchos alérgicos. Uno de cada cinco japoneses tiene alergia, en especial a árboles con los que se reforestó tras la Segunda Guerra Mundial y para los que la población no estaba preparada”.
En Japón y, en general en los países orientales, “la experiencia con otras pandemias como el SARS o el MERS también ayudaron a extender el uso de las mascarillas y otros comportamientos para evitar la transmisión, como su forma de saludar”, añade Jonay Ojeda, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS). Medidas que, con independencia de los motivos, han mostrado su eficacia y que pueden ayudar a España a luchar contra otros retos, empezando por las próximas olas de gripe estacional o virus respiratorios invernales.
Ese efecto en la reducción de gripe ya se ha demostrado en el hemisferio sur y es probable que pueda replicarse en España. “Las medidas contra el Covid son efectivas para contener la gripe y otros virus respiratorios y contenerlas sería un buen legado a conservar para el futuro”, apunta el médico de familia y experto en Seguridad del Paciente Jesús Palacio.
Contra las bacterias resistentes a antibióticos
Otras enfermedades infecciosas también podrían disminuir si se mantienen las medidas de protección como el uso de la mascarilla o la higiene de manos, mediante el lavado o el gel hidroalcohólico. “El sarampión, que está repuntando en algunos países de Europa, o algunas meningitis víricas o por contacto. De esa forma también se extienden las bacterias multirresistentes que suponen un grave problema sanitario que ahora se ha visto eclipsado por el coronavirus. Estas bacterias se extienden sobre todo en hospitales y a través del contacto por una mala higiene de manos”, asegura Ojeda. Su control puede salvar salvar vidas. Sólo en 2019, el segundo registro hospitalario realizado en España sobre bacterias resistentes a antibióticos estimó 220.000 infecciones y 26.000 muertes en solo un año en nuestro país.
“Estas bacterias tienen la capacidad de permanecer mucho tiempo en superficie y la única forma de protegerse es el lavado de manos. La pandemia nos ha servido para acostumbrarnos y debería mantenerse”, indica Torres, quien también observa el lado positivo del cambio a la hora de saludar. “En un beso de pareja se intercambian unos 80 millones de bacterias. En uno en la cara serán menos, pero en cualquier caso la distancia que ha impuesto el coronavirus va a permitir que millones de bacterias dejen de intercambiarse a diario y, en consecuencia, mucha menos carga de enfermedad”, añade el experto.
Ventilar, herencia de la tuberculosis con potencial
“Esa costumbre tan de abuelas de abrir todas las ventanas de la casa por la mañana es herencia de la tuberculosis, que a tanta gente mató en España”, dice Torres, “cuando se comprendió cómo se transmitía empezó a fomentarse la ventilación. El aire nos enferma”.
Pese a las dudas que aún plantea la comunidad científica sobre la transmisión del Covid por el aire, la ventilación se ha reforzado en los espacios cerrados para evitar el contagio. Dentro de las recomendaciones del Ministerio de Educación para las consejerías, figura: "Se ventilarán con frecuencia las instalaciones del centro, al menos durante 10-15 minutos al inicio y al final de la jornada, durante el recreo, y siempre que sea posible entre clases, manteniéndose las ventanas abiertas todo el tiempo que sea posible".
Una ventilación adecuada es fundamental para evitar la concentración de aerosoles, que superaba durante el 85% del tiempo el umbral permitido según un experimento realizado por un químico y profesor de instituto como publicó La Ser.
Limpiar el aire para evitar enfermedades pero también para poder mejorar el rendimiento académico, como reflejó un estudio de la Universidad americana de Brown en la que se comparó la ventilación normal de una clase con otra en la que se habían instalado filtros HEPA. Los alumnos mejoraron, de media, 0,20 puntos en matemáticas y lengua inglesa.
¿Se mantendrán los hábitos?
El médico especialista en Salud Pública Xavier Cercavins augura que, tras a epidemia, "no será extraño si se vuelven ocupar todas las butacas del cine llevar la mascarilla, quizás no todo el año pero sí de octubre a marzo". También perdurará, considera, "el cambio a la hora de saludar y el fin del rechazo a la mascarilla".
Cercavins no ve plausible su uso obligatorio pero "sí la necesidad de introducirlo a través de la pedagogía y la educación desde niños". Más allá de la mascarilla, el especialista cree que "solo con que los dispensadores de gel hidroalcohólico no se quitaran de las tiendas, el transporte y cualquier espacio público concurrido, ya se conseguirían evitar muchas de las infecciones".
Para Palacio, quien no ve "previsible a corto plazo dejar de utilizar mascarilla en los centros sanitarios ni fuera de ellos cuando tengamos que mantener un contacto cercano", cree que a futuro "será necesario un debate sobre qué medidas de protección son las más adecuadas según la situación epidemiológica, los recursos disponibles y los valores y preferencias de la sociedad". El experto incide en que los recursos son siempre limitados y es necesario atender a la prevención, la atención a otras enfermedades olvidadas durante la pandemia o los servicios básicos de salud como la atención primaria.
Sin embargo, el experto en seguridad del paciente cree que las medidas ahora impuestas tendrán que mantenerse ajustadas al momento. "Sin vacuna o con una vacuna de eficacia limitada como la de la gripe, no es previsible que se pueda prescindir de las medidas de contención y para un coronavirus que muta como el SARS-CoV-2 será difícil, en el estudio actual de la ciencia, desarrollar una vacuna que sea tan efectiva que permita erradicar el Covid como se hizo con la viruela".
Torres espera "que el mantenimiento de estos hábitos no quede al azar sino que se incluya a través de campañas y en el ámbito educativo de forma consciente para que se puedan aprovechar sus beneficios".
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