El cerebro de un niño no es el de un adulto en tamaño pequeño. Está en continua formación, crece en dimensiones y también lo hacen las conexiones neuronales necesarias para ir adaptándose al entorno y adquiriendo las capacidades que serán útiles durante la vida. "Cuando este desarrollo no transcurre de la forma esperada y produce un problema al individuo, que no puede responder con las habilidades necesarias a las exigencias del entorno", se considera que existe un trastorno del neurodesarrollo, como explica la neuropediatra María José Mas, que acaba de publicar El cerebro en su laberinto donde ofrece una amplia visión sobre estos trastornos, entre los que se encuentran el autismo, el TDAH (trastorno de déficit de atención e hiperactividad), la parálisis cerebral o la epilepsia.
Mas explica en su libro algunas de las incógnitas que rodean a estas dolencias, de las no se conocen bien sus causas, no son fáciles de definir y tampoco tienen síntomas fisiológicos que los identifiquen (la imagen cerebral de una persona con estos trastornos es en la inmensa mayoría igual a la de una persona normal o neurotípica). Este desconocimiento es objeto de polémica incluso entre algunos médicos, que dudan de su existencia o consideran que se está sobrediagnosticando. "Todo médico formado en esto, ve que hay personas a las que le cuesta organizarse, que tienen excesiva atención a los estímulos y son muy movidas. Todos los médicos pueden percibirlo y verlo en los tres tipos de respuestas del cerebro, la motora, la cognitiva y la conductual. El problema es que en la inmensa mayoría de los casos no hay una alteración biológica demostrable, el diagnóstico se basa en la observación", explica Mas, quien cree por ello que "el gran reto de los trastornos del neurodesarrollo no es tanto conocer cuáles son o sus causas sino cómo ocurren. Sospechamos que los circuitos están alterados pero es que ni siquiera se sabe cómo son los circuitos normales, no podemos ver si están alterados. Es como querer ver un hueso antes de que se haya inventado la radiografía".
Es como querer ver un hueso antes de que se haya inventado la radiografía"
Las razones por las que un niño puede desarrollar uno de estos trastornos son variadas y, asegura Mas, "es muy difícil que se identifique solo una, aunque el principal factor de riesgo es la prematuridad o el bajo peso al nacer". Es en el embarazo cuando más riesgo existe de que se produzca uno de estos trastornos, en algunos casos el riesgo no es evitable pero sí influyen los hábitos de la madre si no son saludables.
El riesgo más alto continúa hasta los tres años de vida y en su aparición pueden influir desde alteraciones genéticas, infecciones a traumatismos. "Cualquier cosa que altere la nutrición y oxigenación del cerebro puede ocasionar uno de estos trastornos", explica Mas.
"No hay que tener miedo a la medicación"
No es fácil diagnosticar a un niño de uno de estos trastornos y en muchas ocasiones, asegura la neuropediatra, se comparten rasgos de varios de ellos. Tampoco es fácil diseñar la medicación, un asunto que también genera controversia. "A veces el trastorno se puede mejorar con terapias conductuales o cognitivas. Pero cuando la conducta es tan grave como para no permitir el niño aprender, no hay que tener miedo a la medicación. Es de los años 60 y ha funcionado. Por qué negarle a un niño la posibilidad de recibir una herramienta terapéutica validada, eficaz y buena", subraya.
También rebate Mas la idea de que ahora se están sobrediagnosticando trastornos como el autismo o el TDAH:"Nadie me pregunta por qué ahora hay menos diagnosticados de discapacidad cognitiva o lo que antes se llamaba retraso mental. Algunos de ellos sabemos ahora que se encuadran en los trastornos del espectro autista. Creo que ahora se diagnostica más porque le damos más importancia, no que hayan aumentado".
Las consecuencias de la pandemia
Lo que sí están aumentando, reconoce más, son los problemas para que estos niños y adolescentes reciban la terapia adecuada desde que se inició la pandemia de coronavirus. "La atención temprana, desde la que se tratan estos trastornos, ya venía de una situación precaria y la pandemia está afectando", afirma Mas, "No podemos hacer el tratamiento que nos gustaría y cuando un niño no recibe esa atención temprana a tiempo, le estamos condenando a ser un adulto menos autónomo".
Mas incide en que "la mayoría de las terapias que necesitan niños con autismo, TDAH o parálisis cerebral requieren mucho contacto físico y la lista de espera se está agrandando" y que esto "pone en riesgo su independencia futura".
Por ello, la neuropediatra incide en la importancia de que se refuerce la atención temprana, que según los datos que maneja, afecta de una u otra manera a uno de cada 10 niños. "No tenemos datos globales en España, esto se ha puesto de manifiesto con el Covid, la falta de datos es un problema porque si no sé lo que tengo difícilmente puedo saber qué necesito", concluye.
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