La Universidad de Oxford y la farmacéutica AstraZeneca anunciaron el lunes que su proyecto de vacuna tiene una efectividad del 70%, pero en los últimos días han surgido dudas sobre la validez de los datos y tendrá que pasar nuevos controles. Viendo los datos de la vacuna de Pfizer (94% de efectividad) y Moderna (casi un 95%), el de Oxford y AstraZeneca no parece el plan más alentador de todos.
Sin embargo, las características de esta vacuna la convierten en una noticia importantísima en la estrategia global para contener la pandemia. Es mucho más barata y fácil de almacenar que las de Pfizer y Moderna, por lo que ayudaría a combatir el coronavirus en los países con menos recursos, un requisito indispensable para poner fin a la pandemia, según los expertos consultados por El Independiente.
"La vacunación tiene que ser global. Si no llega a todos los rincones, es como poner un parche", señala Fernando Moraga-Llop, vicepresidente de la Asociación Española de Vacunología. "Esta vacuna es la gran esperanza para los países con menos recursos. Y nadie estará a salvo hasta que todos estemos a salvo", añade Eva Iráizoz, investigadora de la organización Salud por Derecho.
La globalización y la interdependencia que existen actualmente hacen que la lucha contra el coronavirus solo pueda verse desde un prisma global, por mucho que los países más poderosos y ricos ya se hayan asegurado el mayor porcentaje de las dosis de las vacunas. Y es que hasta que el virus no esté erradicado, seguirá circulando. "Además es una cuestión de derechos humanos", explica Eva Iráizoz. "Existe el derecho a la salud, el acceso universal a los medicamentos".
Una vacuna a 2,9 euros la dosis
La principal razón que convierte a la vacuna de Oxford y AstraZeneca en el mejor aliado de los países pobres es el precio: 2,9 euros y el compromiso de no obtener beneficios con el fármaco mientras dure la pandemia. Las dosis de Pfizer y Moderna superarán los 15 euros cada una. "Esto convierte a la de Oxford y AstraZeneca en una vacuna mucho más accesible a todo el mundo", resalta Fernando Moraga-Llop.
Y las ventajas en cuanto a la accesibilidad no quedan ahí: el fármaco se puede conservar en una nevera normal (entre 2 y 8 grados centígrados) durante seis meses y el sistema de producción que hay previsto (25 centros en diez países) facilitaría la logística del transporte.
La de Pfizer necesita conservarse a -80 grados y la de Moderna, a unos -20, para que no pierdan efectividad. "En esas condiciones no pueden llevarse a todos los países. Y la vacuna tiene que llegar a todos los rincones. Si no, no vale de nada", insiste Moraga-Llop.
El aviso de la OMS sobre un reparto justo
Desde la Organización Mundial de la Salud también se ha puesto de relieve la importancia de llevar la vacuna a los países pobres. "Todo Gobierno, y con razón, quiere hacer todo lo posible para proteger a su gente. Pero ahora existe el riesgo real de que los más pobres y vulnerables sean pisoteados en la estampida de las vacunas", dijo esta semana el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
No se trata de caridad, es la manera más rápida e inteligente de acabar con la pandemia"
Director general de la oms
"La Comunidad Internacional debe establecer un nuevo estándar de acceso a la vacuna. La urgencia con la que se han desarrollado las vacunas debe ir acompañada de la misma urgencia para distribuirlas de una manera justa. No se trata de caridad, es la manera más rápida e inteligente de acabar con la pandemia y de llevarnos a una recuperación económica global".
La OMS lanzó ya hace meses COVAX, un programa para asegurar un reparto justo de la vacuna: que cada país tuviera el mismo acceso a una vacuna independientemente de su situación económica. Sin embargo, hay muchas dudas de que el reparto vaya a ser justo y equitativo.
Según un estudio publicado por la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, más del 80% de las ventas de vacunas humanas se concentran en los países ricos, donde vive el 15% de la población mundial y donde la carga de enfermedades supone únicamente el 7% mundial. En cambio, en los países en desarrollo, donde habita el 85% de la población mundial, solo reciben el 15% de las vacunas pese a que padecen el 93% de las enfermedades infecciosas.
"Necesitamos que haya un acceso justo y equitativo a las vacunas", reclama Eva Iráizoz desde Salud por Derecho. "El proyecto de Oxford y AstraZeneca nos da motivos para la esperanza, porque han comprometido un porcentaje muy alto (en torno al 70%) para los países menos desarrollados".
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