El coronavirus va por delante. Durante la primera oleada del virus, nueve de cada 10 infecciones por coronavirus quedaron sin detectar. La pandemia se expandió de forma descontrolada y sólo el confinamiento más estricto pudo reducir la circulación del virus. En esta segunda ola, la situación ha cambiado y el Estudio Nacional de Seroprevalencia calcula que se han diagnosticado alrededor del 60% de las personas contagiadas en nuestro país. Un “avance importante”, según la directora del Instituto de Salud Carlos III, Raquel Yotti, pero que aún deja escapar un 40% de los casos.
Una cifra que los epidemiólogos consideran insuficiente para que la detección de casos sirva de freno a la expansión de la enfermedad. “Nuestro objetivo sería diagnosticar a todos, pero tenemos que tener en cuenta que un tercio de los contagiados son asintomáticos y cuando decimos que estamos diagnosticando entre el 60 y 65% de los casos es que estamos detectando a parte de los asintomáticos”, indica Yotti.
“Este 60% ilustra mucho mejor la situación que lo que teníamos en la primera ola y la razón es simple, porque se han realizado más pruebas. Pero los test se han focalizado mucho en sintomáticos y en lugares muy concretos, por lo que la situación sigue siendo un poco reactiva”, explica a El Independiente Boi Ruiz, doctor en Medicina y ex consejero de Sanidad en Cataluña.
Para Ruiz lo ideal hubiera sido testar al menos una vez al 80% de la población. “En cuanto a capacidad de detección, entre el 80 y el 90% sería una buena cifra porque siempre va a haber problemas para llegar al 100% de la población, no sólo por los procedimientos sino por el factor humano”.
La escasez de rastreadores tras la salida del confinamiento marcó el comienzo de la segunda ola. Las comunidades autónomas han aumentado considerablemente su capacidad de rastreo pero se desconoce el detalle de su trabajo. “El estudio de contactos es determinante en las enfermedades infecciosas, todas las comunidades dicen que tienen muchos rastreadores, pero lo que se echa en falta son indicadores de evaluación. Por ejemplo, si una comunidad tiene 1.000 casos en una semana deberíamos saber en cuantos se ha hecho estudio de contacto y el resultado de ese estudio de contactos en convivientes y no convivientes, pero de esto no sabemos nada”, asegura el epidemiólogo Joan Caylà.
Según Caylà estos indicadores nos dirían qué comunidades estudian un 60% de los casos o un 90%, de manera que pudiéramos tener más criterios para mejorar nuestra manera de combatir el contagio.
“Más allá del número bruto de rastreadores, el indicador importante es cuántos rastreos pueden hacer. Porque se habla de un número y ese número puede ser mucho para el que los contrata, poco para los demás… esa información no nos la están dando”, añade Boi Ruiz.
El objetivo de llevar la incidencia de la pandemia por debajo de 25 contagios por 100.000 habitantes que se marcó el Gobierno cuando se establecieron las primeras medidas contra la segunda ola parece ahora imposible. Especialmente en un momento en el que la curva de contagios empieza a cambiar por el aumento de movilidad de la población.
“Epidemiológicamente tal como está la situación lo mejor sería confinar, porque ahora estamos empezando a ver las consecuencias del puente de diciembre y llegaremos a incidencias que serán bastante altas por Navidad. Es fácil que lleguemos a 250 o 300 antes de final de año, pero si estas celebraciones se hacen de manera masiva, como cada año, la incidencia puede ser muy alta llegado el mes de enero. Porque, además, es un mes bastante frío y habría más hacinamiento y, por lo tanto, más riesgo de transmisión”, mantiene Caylà.
Con la segunda ola sin llegar a alcanzar el objetivo de los 25, con la amenaza de una tercera ola en Navidad y un retrato de la pandemia del estudio Nacional de Seroprevalencia que muestra la dificultad continuada de detectar los contagios todas la miradas vuelven a los rastreadores como primer cortafuegos de una nueva escalada.
Para el epidemiólogo de la Unidad de Investigación en Tuberculosis de Barcelona (FUITB) el número de rastreadores que tenemos, en estos momentos, “puede ser bueno para el número de casos que tenemos ahora que estamos aproximadamente en 200 casos por cada 100.000 mil habitantes, pero si en una se semana nos ponemos en 400 pues esto implica el doble de trabajo y no llegaríamos”, concluye Caylá.
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