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El 14 de marzo, el día que comenzó el Estado de Alarma más largo de la historia de la España democrática, los españoles acudieron a la primera de las citas que se mantendrían de forma puntual a las ocho de la tarde durante unos dos meses: los aplausos. Un homenaje a los sanitarios que comenzó en Italia y se extendió por los balcones de decenas de países.
Los profesionales del Hospital 12 de Octubre que podían bajaban cada día a unirse a las sirenas de la policía que, de esa manera, prestaban su apoyo a los trabajadores del hospital. Una rutina más del bucle de jornadas intensivas en el que se habían instalado.
Al caer la tarde, los españoles salían a los balcones con un mensaje de agradecimiento y esperanza que todos ansiaban y que, sin embargo, eran los sanitarios quienes difícilmente podían presenciar tras largas jornadas de trabajo encadenado.
Esas semanas se vivieron escenas nunca vistas, en el buen sentido, gente entregada, dispuesta a hacer lo que hubiera que hacer".
CArlos lumbreras, jefe de medicina interna
Siempre han agradecido el apoyo que recibieron, pero el secreto para poder abordar la situación fue el trabajo en equipo. Los profesionales hicieron buena la máxima “adaptarse o morir”. El hospital, que cuenta con unas 1200 camas en situación normal, se llenó de enfermos de Covid. En pocos días alcanzaron los 950 ingresados por la patología. E igual que se adaptó el espacio, se adaptaron las personas. “Esas semanas se vivieron escenas nunca vistas, en el buen sentido, gente entregada, dispuesta a hacer lo que hubiera que hacer”, destaca Carlos Lumbreras, jefe del Servicio de Medicina Interna del 12 de Octubre.
Los neumólogos jugaron un papel destacado en esos momentos de crisis, la supervisión de los enfermos era clave para observar su evolución. “Inicialmente son pacientes cuyo destino fundamental es la UCI, pero conforme empiezan a aumentar exponencialmente nos obliga a coordinarnos aún más, para buscar soluciones para pacientes que podían no necesitar UCI pero tampoco una habitación convencional con soporte respiratorio”. Por este motivo muchos médicos tuvieron que actualizar su conocimiento de neumología para ayudar en los que fuera posible. “Esto ha sido tan excepcional, en todos los sentidos, que pensar que alguna vez íbamos a tener que coordinarnos teniendo traumatólogos o pediatras viendo adultos era impensable”, afirma Sayas.
Cristina Sánchez, jefa de Enfermería, dedicaba los días más críticos a adaptar los recursos humanos y físicos a las necesidades de los pacientes. “Llegaba todos los días con el estómago encogido”, afirma. Una de las prioridades era que siempre hubiera una cama para un paciente con dificultades y eso era un trabajo “de equipo, que fue fundamental para conseguirlo”. Raquel Sauca, supervisora de Urgencias, subraya que el funcionamiento de las personas ha sido clave: “La capacidad de adaptarnos a cualquier situación y sitio, en un tiempo récord”. Sánchez lo confirma: “La entrega ha sido absoluta, estaban a lo que se necesitaba, nadie nos cuestionamos en ese momento nada. La gente se ofrecía en sus días libres para trabajar, los que estaban de baja nos llamaban para ver si podían hacer trabajos administrativos”, asegura la jefa de Enfermería.
Había que seleccionar el momento de atender a los pacientes en función de si teníamos el traje de protección o no, y eso fue un estrés añadido".
Juan Carlos Montejo, jefe de medicina intensiva
Lo más difícil de la adaptación de los trabajadores del hospital fue gestionar la crisis con pocos recursos materiales. “Los EPI normalmente no se necesitan y teníamos pocos. Y cuando pedimos, nos empezaron a fallar nuestros proveedores porque no había de nada”, explica Maite Montero, responsable de Compras del 12 de Octubre. “Por momentos la situación nos comía, no sabíamos dónde buscar todo lo que necesitábamos, como los equipos de protección para nuestros compañeros en primera línea o los equipos que necesitábamos para los pacientes, fue una búsqueda por todas partes”, explica esta directiva del centro, que destaca la colaboración de particulares y empresas que se ofrecían para conseguir materiales como intermediarios.
“Había reservas de equipo, pero no tanto como para lo que tuvimos que afrontar. Eso también era un problema porque había que seleccionar el momento de atender a los pacientes en función de si teníamos el traje de protección o no, y eso fue un estrés añadido”, afirma Juan Carlos Montejo, jefe de medicina intensiva.
“Tuvimos que buscar camas y sillones porque se necesitaban. Los EPI fueron lo más difícil de tener, los respiradores tuvimos más facilidad, pero necesitábamos mucho material diario de EPI que no teníamos y pillábamos lo que fuera”, recuerda Montero. La falta de material de las primeras semanas de la pandemia fue central en el desarrollo de los contagios y dificultó las tareas de los sanitarios en todo el país. Mientras los políticos se hacían fotos con el material que llegaba de China o de otros países de la OTAN y crecían los expertos en mascarillas por las redes sociales, en el 12 de Octubre la preocupación por poder dotar a los compañeros de material era un sufrimiento compartido. “No te imaginas la alegría cuando llegaba material al hospital, el propio celador que está en almacén me mandaba fotos por WhatsApp de las cajas que venían”, cuenta la responsable de compras.
Sanitarios contra el coronavirus, la fuerza de la unión
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