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Sabían que sus centros de trabajo se habían convertido en la boca del lobo. Los profesionales sanitarios asistían con impotencia al crecimiento de los contagios entre sus compañeros y ya desde mediados de marzo se echaban en falta compañeros para cumplir las necesidades. “Los refuerzos no llegan”, denunciaba Julián Ezquerra desde el principal sindicato médico de Madrid ya el 16 de marzo.
El contagio era uno de sus miedos, aunque no el único. En un momento en que apenas se conocía la enfermedad, el internista Carlos Lumbreras cayó enfermo la tercera semana de marzo. “¿Que si temí por mi vida? Por supuesto que sí. En la misma semana que yo me contagié lo hicieron tres amigos íntimos, también médicos. Dos de ellos acabaron en la UVI. No somos supermán, somos personas. Lo vives con ansiedad”, relata.
El neumólogo Javier Sayas no se contagió pero no pudo evitar el impacto emocional de atender a sus propios compañeros: “Hubo un momento que en las camas que yo llevaba tenía tres o cuatro compañeros médicos. La sensación de que te puedes contagiar y venir mal dadas persistía. Pero a la hora de trabajar no lo piensas mucho. Si no, tampoco puedes trabajar”, recuerda.
El miedo, en cualquier caso, era fundado. Entre marzo y abril, España se hizo con el triste récord del mundo en tasa de sanitarios contagiados. Así lo reflejaba un informe del Centro Europeo de Control de Enfermedades que situaba en el 20% la tasa de contagiados sanitarios en España, muy por delante de Italia (10%), EEUU o China (3%).
Ese miedo lo sintió también Conchita Moliner, sobre todo por su familia. “La mayoría nos tuvimos que aislar de nuestras familias porque sabíamos que estando todos aislados llegar allí después de estar trabajando podías infectarlos… Esa parte posiblemente era la más dura. Venías aquí, hacías todo lo que podías pero luego a nivel personal estabas muy solo”, lamenta. Sin embargo, la subdirectora del Área Quirúrgica del 12 de Octubre cree que ese miedo se convirtió también en compañerismo y sacó lo mejor de muchos. “La mayoría sacó su mejor versión, la gente creció”.
Los españoles no son conscientes de lo que ha pasado en los hospitales, porque si no lo vives, es difícil hacerse a la idea".
Cristina Sanchez, jefa de enfermería
No sólo el miedo a contagiarse o contagiar a la familia perturbaban a los profesionales. También les quitaba el sueño cómo superarían las vivencias de aquellos días. “¿Que si tengo miedo a contagiarme? Qué va, para nada, y eso que no tenemos los medios suficientes para protegernos porque no hay, pero ese no es mi miedo ni el de muchos de mis compañeros. El mayor miedo que tenemos es cómo vamos a acabar mentalmente después de todo esto”, relataba una médico de un hospital público madrileño a El Independiente a mediados de marzo.
La ayuda psicológica fue fundamental en aquellos días y psicólogos como Aurea Esparza, que atendía a profesionales y pacientes en un hospital privado de Madrid e incidía en un reportaje de finales de marzo en El Independiente en que el aislamiento, el hecho de no poder tocarse suponía “el sufrimiento extra” del Covid. Hacemos a los profesionales “un traje a medida de sus necesidades. A veces es dejarle hablar, darle un espacio o ayudarle a normalizar sus emociones”, relataba Miguel Gárriz, psicólogo clínico participante en otro de los programas de “primeros auxilios psicológicos para sanitarios durante la pandemia.
En aquellos días, mientras los españoles nos acostumbrábamos a un confinamiento domiciliario que se extendería hasta junio, los sanitarios lidiaban con imágenes que, en su mayoría, no saldrán nunca en las noticias. Así lo cree la jefa de Enfermería del 12 de Octubre, Cristina Sanchez: “Los españoles no son conscientes de lo que ha pasado en los hospitales, porque si no lo vives, es difícil hacerse a la idea. Yo percibo mucho agradecimiento a los profesionales, pero yo creo que no llegan a entender el trabajo que hemos realizado”.
Sanitarios contra el coronavirus, la fuerza de la unión
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