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Si el virus llegó como un tsunami al que casi no vieron venir, lo que recuerda la plantilla del hospital que sucedió después podría parecerse a la sensación de sumergirse repentinamente en el agua. “Hubo que cerrar quirófanos, construir las UCIS extendidas… Fue una transformación absoluta del hospital en una semana”, relata Conchita Moliner, subdirectora del Área Quirúrgica. “Y de repente llegamos al límite de lo que podíamos hacer y se hizo un gran silencio en el hospital”, recuerda, “fueron unos días muy malos, muy intensos, eran todos iguales y a veces te preguntabas ‘cuánto tiempo llevo aquí”.
Ese silencio recuerda a Sauca a otra fecha que España y especialmente Madrid nunca podrá olvidar. La del atentado del 11M. “Cuando tú en una sala con 200 personas oyes poco ruido, es fruto nada más que el miedo. A mí me recordó al 11M aunque aquello fueron unas horas y esto fueron días continuados, pero ese silencio era parecido. Cuando la gente tiene miedo está callada, pendiente de lo que le digas, absolutamente paciente”.
Es la imagen que no puede olvidar tampoco Carmen Martínez de Pancorbo, la directora del centro, en sus paseos rutinarios para ver cómo estaba todo: “Ver tanta gente acumulada en los que han sido los momentos de mayor silencio que he visto yo en las urgencias, que generalmente son sitios con mucho ruido. Mirabas a los pacientes y estaban en una situación de shock. Les decías cualquier cosa y estaban de acuerdo con todo y tenían unas miradas extrañas a las que no estamos acostumbrados”.
En aquellos días de marzo y de forma también sigilosa el virus ya se había colado en las residencias de mayores, que se convirtieron en el mayor foco de mortalidad del Covid y provocaron más de la mitad de las muertes en algunas comunidades autónomas.
El colapso sanitario dificultó que los mayores fueran atendidos en los hospitales, aunque Charo Azcutia, la directora de Continuidad Asistencial del hospital, reitera que hubo comunicación constante y que “cuando el criterio clínico de los geriatras indicaba que tenía que ser atendido en el hospital, se atendía”. Sin embargo, reconoce que “seguro que hubo circunstancias en las que un paciente pudo no beneficiarse de todos los tratamientos”.
Algunos informes como uno reciente de Amnistía Internacional han denunciado que esta atención no fue siempre posible y que a muchos ancianos, por el hecho de vivir en residencias, se les denegó el desplazamiento al hospital. Lo que es cierto es que muchos hospitales, también en Madrid, llegaron a superar el 100% de su capacidad y que hubo protocolos que establecían los criterios de priorización de pacientes para su entrada en la UCI.
Sanitarios contra el coronavirus, la fuerza de la unión
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