Han permanecido unidos. Han aguantado las embestidas de una pandemia que no habíamos vivido desde la gripe española de 1918. No estábamos preparados, “nadie lo estaba”, asegura a El Independiente la directora gerente del Hospital 12 de Octubre de Madrid, Carmen Martínez Pancorbo. Pero en su hospital, como en todos los hospitales del país, como en todos los centros de atención primaria y los centros sociosanitarios, los profesionales se unieron para enfrentarse al mayor desastre sanitario de nuestras vidas.
Los sanitarios y profesionales son los protagonistas de este 2020 y por eso hemos querido recoger su historia a lo largo de estos difíciles meses. Son nuestro Personaje del año, en representación de todas las personas, sanitarias y no, que han estado ahí para sumar en uno de nuestros peores momentos. Un total de 5.768 pacientes con Covid pasaron en las primeras dos olas por el Hospital 12 de Octubre y los contagios entre el personal dejaron el fallecimiento de un celador: “No sabemos el origen del contagio”. Así vino la pandemia, dando golpes que no esperábamos y no sabíamos de dónde venían: extendiendo el miedo entre la población. Entre todas las incertidumbres de este año sólo hemos contado con una certeza: ellos están ahí. Por eso aplaudíamos, por eso aplaudimos, porque siguen estando ahí; pese a lo que han vivido y a su agotamiento, podemos contar con ellos.
El golpe
“A partir de la primera semana de marzo fue como un tsunami”
Los 8.000 kilómetros de distancia entre China y España fueron suficientes para que la “misteriosa neumonía china”, de la que El Independiente se hizo eco el 8 de enero, no fuera tomada demasiado en serio. En ese momento tampoco saltaron las alarmas en el Hospital 12 de Octubre, pero sí lo hicieron cuando el coronavirus llegó a Europa. El neumólogo Javier Sayas recuerda cuándo empezó a vislumbrar la que se venía encima: “Cuando nos trasladan la caótica situación de Italia. Yo aún tengo guardados correos electrónicos de compañeros italianos que ponen los pelos de punta”.
En Cádiz se celebraron los carnavales del 20 de febrero al 1 de marzo, con 35.000 personas aisladas al norte de Italia. La polémica manifestación del 8 de marzo y el Festival de Arte Contemporáneo ARCO en Madrid - que luego se reveló como un foco de transmisión del virus - se contaron entre los últimos eventos previos al estallido de la pandemia en España. Aquellos días, sin embargo, en el Hospital 12 de Octubre las noticias italianas ya habían calado entre los profesionales y el hospital se preparaba para lo que la población aún no veía.
Ninguno de nosotros, ni en la peor de nuestras pesadillas, pensábamos que iba a ser lo que finalmente fue”
Carlos Lumbreras, jefe de Medicina Interna
“El 26 de febrero ya habíamos preparado un área para doblar el circuito”, cuenta Raquel Sauca, supervisora de área de Urgencias en el hospital. “Cuando Italia cae, nosotros ya vemos que viene. La urgencia se tuvo que expandir y ocupar otras áreas del hospital, a veces lejanas”.
Eso sí, ninguna previsión llegó a atisbar el alcance de la que se avecinaba. “Ninguno de nosotros, ni en la peor de nuestras pesadillas, pensábamos que iba a ser lo que finalmente fue”, recuerda Carlos Lumbreras, jefe de Medicina Interna.
El responsable de uno de los servicios clave en la atención de estos pacientes no puede comparar ninguna otra experiencia con la irrupción del coronavirus: “A partir de la primera semana de marzo fue como un tsunami, algo totalmente inesperado que afortunadamente ninguno de los que estábamos aquí habíamos vivido nada ni siquiera parecido”.
“El que diga que lo podía imaginar, no es cierto”, corrobora la directora gerente del hospital madrileño, Carmen Martínez de Pancorbo. Para la principal responsable de la gestión del hospital, aquella “pesadilla” aumentó “de forma exponencial de un día para otro”. En los datos de aquellos días, los 18 casos del 28 de febrero eran 188 una semana más tarde y empezaron a contarse por miles antes de mediados de marzo.
Para absorber la llegada de contagiados diseñaron un plan de crecimiento escalonado en cinco fases para aumentar su capacidad de manera ordenada, “pero lo desplegamos en 15 días, durante la segunda y tercera semana de marzo, las semanas más complicadas en las que pusimos en marcha el plan de golpe”, afirma la directora gerente.
El hospital y sus trabajadores entraron en una dinámica que se repetiría durante semanas. “Salir un sábado o un domingo y no encontrarte a nadie por la calle, irte a casa, darte una ducha y volver y no encontrar a nadie; son cosas que parecía que estabas en una película. En una pesadilla continua”, afirma la directora gerente.
El silencio
“Los pacientes tenían unas miradas a las que no estábamos acostumbrados”
Si el virus llegó como un tsunami al que casi no vieron venir, lo que recuerda la plantilla del hospital que sucedió después podría parecerse a la sensación de sumergirse repentinamente en el agua. “Hubo que cerrar quirófanos, construir las UCI extendidas… Fue una transformación absoluta del hospital en una semana”, relata Conchita Moliner, subdirectora del Área Quirúrgica. “Y de repente llegamos al límite de lo que podíamos hacer y se hizo un gran silencio en el hospital”, recuerda, “fueron unos días muy malos, muy intensos, eran todos iguales y a veces te preguntabas: ‘¿Cuánto tiempo llevo aquí?”.
Ese silencio recuerda a Sauca otra fecha que España y especialmente Madrid nunca podrá olvidar. La del atentado del 11-M. “Cuando tú en una sala con 200 personas oyes poco ruido, es fruto nada más que del miedo. A mí me recordó al 11-M, aunque aquello fueron unas horas y esto fueron días continuados, pero ese silencio era parecido. Cuando la gente tiene miedo está callada, pendiente de lo que le digas, absolutamente paciente”.
Es la imagen que no puede olvidar tampoco Carmen Martínez de Pancorbo, la directora del centro, en sus paseos rutinarios para ver cómo estaba todo: “Ver tanta gente acumulada en los que han sido los momentos de mayor silencio que he visto yo en las Urgencias, que generalmente son sitios con mucho ruido. Mirabas a los pacientes y estaban en una situación de shock. Les decías cualquier cosa y estaban de acuerdo con todo y tenían unas miradas extrañas a las que no estamos acostumbrados”.
Llegaba todos los días con el estómago encogido”
Cristina sánchez, subdirectora de enfermería
En aquellos días de marzo y de forma también sigilosa el virus ya se había colado en las residencias de mayores, que se convirtieron en el mayor foco de mortalidad del Covid y provocaron más de la mitad de las muertes en algunas comunidades autónomas. El colapso sanitario dificultó que los mayores fueran atendidos en los hospitales, aunque Charo Azcutia, la directora de Continuidad Asistencial del hospital, reitera que hubo comunicación constante y que “cuando el criterio clínico de los geriatras indicaba que tenía que ser atendido en el hospital, se atendía”. Sin embargo, reconoce que “no todos los pacientes, en cualquier circunstancia se benefician de todos los tratamientos”.
Algunos informes como uno reciente de Amnistía Internacional han denunciado que esta atención no fue siempre posible y que a muchos ancianos, por el hecho de vivir en residencias, se les denegó el desplazamiento al hospital.
Muchos hospitales, también en Madrid, llegaron a superar el 100% de su capacidad y hubo protocolos que establecían los criterios de priorización de pacientes para su entrada en la UCI.
El equipo
“Nos adaptamos a cualquier situación y sitio”
El 14 de marzo, el día que comenzó el Estado de Alarma más largo de la historia de la España democrática, los españoles acudieron a la primera de las citas que se mantendrían de forma puntual a las ocho de la tarde durante unos dos meses: los aplausos. Un homenaje a los sanitarios que comenzó en Italia y se extendió por los balcones de decenas de países.
Los profesionales del Hospital 12 de Octubre que podían bajaban cada día a unirse a las sirenas de la policía que, de esa manera, prestaban su apoyo a los trabajadores del hospital. Una rutina más del bucle de jornadas intensivas en el que se habían instalado.
Al caer la tarde, los españoles salían a los balcones con un mensaje de agradecimiento y esperanza que todos ansiaban y que, sin embargo, eran los sanitarios quienes difícilmente podían presenciar tras largas jornadas de trabajo encadenado.
Esas semanas se vivieron escenas nunca vistas, en el buen sentido, gente entregada, dispuesta a hacer lo que hubiera que hacer"
CARLOS LUMBRERAS, JEFE DE MEDICINA INTERNA
Siempre han agradecido el apoyo que recibieron, pero el secreto para poder abordar la situación fue el trabajo en equipo. Los profesionales hicieron buena la máxima “adaptarse o morir”. El hospital, que cuenta con unas 1.200 camas en situación normal, se llenó de enfermos de Covid. En pocos días alcanzaron los 950 ingresados por la patología. E igual que se adaptó el espacio, se adaptaron las personas. “Esas semanas se vivieron escenas nunca vistas en el buen sentido, gente entregada, dispuesta a hacer lo que hubiera que hacer”, destaca Carlos Lumbreras, jefe del Servicio de Medicina Interna del 12 de Octubre.
Los neumólogos jugaron un papel destacado en esos momentos de crisis, la supervisión de los enfermos era clave para observar su evolución. “Inicialmente son pacientes cuyo destino fundamental es la UCI, pero conforme empiezan a aumentar exponencialmente nos obliga a coordinarnos aún más, para buscar soluciones para pacientes que podían no necesitar UCI pero tampoco una habitación convencional con soporte respiratorio”. Por este motivo muchos médicos tuvieron que actualizar su conocimiento de neumología para ayudar en los que fuera posible. “Esto ha sido tan excepcional, en todos los sentidos, que pensar que alguna vez íbamos a tener que coordinarnos teniendo traumatólogos o pediatras viendo adultos era impensable”, afirma Sayas.
Cristina Sánchez, subdirectora de Enfermería, dedicaba los días más críticos a adaptar los recursos humanos y físicos a las necesidades de los pacientes. “Llegaba todos los días con el estómago encogido”, afirma. Una de las prioridades era que siempre hubiera una cama para un paciente con dificultades y eso era un trabajo “de equipo, que fue fundamental para conseguirlo”. Raquel Sauca, supervisora de Urgencias, subraya que el funcionamiento de las personas ha sido clave: “La capacidad de adaptarnos a cualquier situación y sitio, en un tiempo récord”. Sánchez lo confirma: “La entrega ha sido absoluta, estaban a lo que se necesitaba, nadie nos cuestionamos en ese momento nada. La gente se ofrecía en sus días libres para trabajar, los que estaban de baja nos llamaban para ver si podían hacer trabajos administrativos”, asegura la jefa de Enfermería.
Había que seleccionar el momento de atender a los pacientes en función de si teníamos el traje de protección o no, y eso fue un estrés añadido"
JUAN CARLOS MONTEJO, JEFE DE MEDICINA INTENSIVA
Lo más difícil de la adaptación de los trabajadores del hospital fue gestionar la crisis con pocos recursos materiales. “Los EPI normalmente no se necesitan y teníamos pocos. Y cuando pedimos, nos empezaron a fallar nuestros proveedores porque no había de nada”, explica Maite Montero, responsable de Compras del 12 de Octubre. “Por momentos la situación nos comía, no sabíamos dónde buscar todo lo que necesitábamos, como los equipos de protección para nuestros compañeros en primera línea o los equipos que necesitábamos para los pacientes, fue una búsqueda por todas partes”, explica esta directiva del centro, que destaca la colaboración de particulares y empresas que se ofrecían para conseguir materiales como intermediarios.
“Había reservas de equipo, pero no tanto como para lo que tuvimos que afrontar. Eso también era un problema porque había que seleccionar el momento de atender a los pacientes en función de si teníamos el traje de protección o no, y eso fue un estrés añadido”, afirma Juan Carlos Montejo, jefe de Medicina Intensiva.
“Tuvimos que buscar camas y sillones porque se necesitaban. Los EPI fueron lo más difícil de tener, los respiradores tuvimos más facilidad, pero necesitábamos mucho material diario de EPI que no teníamos y pillábamos lo que fuera”, recuerda Montero. La falta de material de las primeras semanas de la pandemia fue central en el desarrollo de los contagios y dificultó las tareas de los sanitarios en todo el país. Mientras los políticos se hacían fotos con el material que llegaba de China o de otros países de la OTAN y crecían los expertos en mascarillas por las redes sociales, en el 12 de Octubre la preocupación por poder dotar a los compañeros de material era un sufrimiento compartido. “No te imaginas la alegría cuando llegaba material al hospital, el propio celador que está en el almacén me mandaba fotos por WhatsApp de las cajas que venían”, cuenta la responsable de compras.
El miedo
“Salías del hospital y tenías ganas de llorar”
Sabían que sus centros de trabajo se habían convertido en la boca del lobo. Los profesionales sanitarios asistían con impotencia al crecimiento de los contagios entre sus compañeros y ya desde mediados de marzo se echaban en falta compañeros para cumplir las necesidades. “Los refuerzos no llegan”, denunciaba Julián Ezquerra desde el principal sindicato médico de Madrid ya el 16 de marzo.
El contagio era uno de sus miedos, aunque no el único. En un momento en que apenas se conocía la enfermedad, el internista Carlos Lumbreras cayó enfermo la tercera semana de marzo. “¿Que si temí por mi vida? Por supuesto que sí. En la misma semana que yo me contagié lo hicieron tres amigos íntimos, también médicos. Dos de ellos acabaron en la UVI. No somos Superman, somos personas. Lo vives con ansiedad”, relata.
El neumólogo Javier Sayas no se contagió pero no pudo evitar el impacto emocional de atender a sus propios compañeros: “Hubo un momento que en las camas que yo llevaba tenía tres o cuatro compañeros médicos. La sensación de que te puedes contagiar y venir mal dadas persistía. Pero a la hora de trabajar no lo piensas mucho. Si no, tampoco puedes trabajar”, recuerda.
El miedo, en cualquier caso, era fundado. Entre marzo y abril, España se hizo con el triste récord del mundo en tasa de sanitarios contagiados. Así lo reflejaba un informe del Centro Europeo de Control de Enfermedades que situaba en el 20% la tasa de contagiados sanitarios en España, muy por delante de Italia (10%), EEUU o China (3%).
Ese miedo lo sintió también Conchita Moliner, sobre todo por su familia. “La mayoría nos tuvimos que aislar de nuestras familias porque sabíamos que estando todos aislados llegar allí después de estar trabajando podías infectarlos… Esa parte posiblemente era la más dura. Venías aquí, hacías todo lo que podías pero luego a nivel personal estabas muy solo”, lamenta. Sin embargo, la subdirectora del Área Quirúrgica del 12 de Octubre cree que ese miedo se convirtió también en compañerismo y sacó lo mejor de muchos. “La mayoría sacó su mejor versión, la gente creció”.
Los españoles no son conscientes de lo que ha pasado en los hospitales, porque, si no lo vives, es difícil hacerse a la idea"
CRISTINA SANCHEZ ,subdirectora de enfermeria
No sólo el miedo a contagiarse o contagiar a la familia perturbaban a los profesionales. También les quitaba el sueño cómo superarían las vivencias de aquellos días. “¿Que si tengo miedo a contagiarme? Qué va, para nada, y eso que no tenemos los medios suficientes para protegernos porque no hay, pero ese no es mi miedo ni el de muchos de mis compañeros. El mayor miedo que tenemos es cómo vamos a acabar mentalmente después de todo esto”, relataba una médico de un hospital público madrileño a El Independiente a mediados de marzo.
La ayuda psicológica fue fundamental en aquellos días y psicólogos como Aurea Esparza, que atendía a profesionales y pacientes en un hospital privado de Madrid e incidía en un reportaje de finales de marzo en El Independiente en que el aislamiento, el hecho de no poder tocarse suponía “el sufrimiento extra” del Covid. "Hacemos a los profesionales un traje a medida de sus necesidades. A veces es dejarle hablar, darle un espacio o ayudarle a normalizar sus emociones”, relataba Miguel Gárriz, psicólogo clínico participante en otro de los programas de primeros auxilios psicológicos para sanitarios durante la pandemia.
En aquellos días, mientras los españoles nos acostumbrábamos a un confinamiento domiciliario que se extendería hasta junio, los sanitarios lidiaban con imágenes que, en su mayoría, no saldrán nunca en las noticias. Así lo cree la jefa de Enfermería del 12 de Octubre, Cristina Sánchez: “Los españoles no son conscientes de lo que ha pasado en los hospitales porque, si no lo vives, es difícil hacerse a la idea. Yo percibo mucho agradecimiento a los profesionales, pero yo creo que no llegan a entender el trabajo que hemos realizado”.
La esperanza
“La concienciación y la vacuna tienen que hacer que el 2021 sea mejor”
Han vivido dos oleadas de una pandemia en menos de un año y ya ven acercarse la tercera. “Lo vemos con mucha resignación, lo tenemos claro, lo vemos con mucho cansancio, desde febrero estamos así. Los meses con normalidad han sido junio y julio porque la segunda ola la tenemos desde agosto y lo vemos con rabia, nos enfadamos cuando vemos a gente imprudente. ¡Y otra vez volvemos a lo mismo! Y hay mucho cansancio”. afirma Cristina Sánchez, la subdirectora de Enfermería del Hospital 12 de Octubre.
El 2020 se cierra con la pandemia como protagonista de la Navidad, como no podía ser de otra manera. El coronavirus ha marcado de manera definitiva el arranque de los años veinte, pero todo el sacrificio de los sanitarios no ha sido en balde. Se han aprendido lecciones.
La supervisora de las Urgencias, Raquel Sauca, mira con optimismo al 2021. “Por un lado tenemos más concienciada a la gente y por otro está la vacuna. Son dos factores que juntos tienen que hacer que 2021 sea de otra manera. Que volvamos verdaderamente a la normalidad de salir a la calle, juntarte con los amigos y la familia y vivir”.
La carrera científica contrarreloj para desarrollar una vacuna contra el Covid es el hito científico de las últimas décadas. Virólogos como Margarita del Val han destacado en varias ocasiones que hemos tenido suerte con el coronavirus, porque sus mutaciones son pequeñas y acorralarlo con la vacunación va a ser factible, cosa que con otros virus no hubiera sido viable. Pero eso no quita mérito, ni mucho menos, al ejercicio global de la ciencia internacional.
Hay un hecho brutal se mire por donde se mire. En menos de un año de un virus completamente nuevo hay vacunas"
JAVIER SAYAS, NEUMÓLOGO
“Lo que ha pasado con las vacunas es maravilloso, desde el punto de vista científico demuestra que la especie humana tiene una capacidad extraordinaria de adaptarse a las circunstancias y que vamos a disponer de vacunas eficaces. Pero eso no va a hacer desaparecer al Covid. No desaparecerá la enfermedad, pero sí la pandemia y eso dejará de condicionar nuestra vida como lo hace ahora”, mantiene Carlos Lumbrera, jefe de Medicina Interna del 12 de Octubre.
Una opinión que comparte el neumólogo Javier Sayas: “Hay un hecho brutal se mire por donde se mire. En menos de un año de un virus completamente nuevo hay vacunas, lo cual es un motivo para el optimismo”. Pero insiste en que los vacunados no se pueden quitar todavía la mascarilla. “Las cosas empezarán a cambiar cuando haya un porcentaje de población inmunizada pero otras se quedarán”, afirma Sayas.
“Algunas cosas que ha traído el Covid han venido para quedarse, como lo que pasó en los años 50-60 en Japón con las epidemias de gripe, pues a lo mejor nos acostumbramos en determinados meses de año, por ejemplo, a ir con mascarillas en el autobús”, añade Carlos Lumbreras.
Nunca hemos asumido que seamos héroes de nada, hemos hecho nuestro trabajo, nos hemos adaptado a las circunstancias”
JUAN CARLOS MONTEJO, JEFE DE MEDICINA INTENSIVA
Todavía no somos conscientes de todas las pequeñas cosas que vamos a heredar del Covid; de poder pagar el autobús con la tarjeta de crédito, a conservar mejores hábitos de ventilación de espacios. En el Hospital 12 de Octubre ya ven algunos de ellos. Charo Azcutia, directora de Continuidad Asistencial, apunta que la pandemia les ha obligado a utilizar herramientas de comunicación que no se usaban aun estando disponibles. “Como las videoconferencias que mejoran la comunicación con, por ejemplo, las residencias con las que hacemos teleconsultas que facilitan la resolución de problemas”, afirma. Azcutia también destaca que los médicos se han dado cuenta de que son un vector de transmisión importante y pone de ejemplo que esta concienciación ha llevado a triplicar la vacunación de los sanitarios contra la gripe.
Por el departamento de Azcutia pasa la red sanitaria regional que ya hace seguimiento de todas las personas que han enfermado del coronavirus y de las que se lleva registro de su evolución. Un trabajo colaborativo en red muy eficaz en el ámbito sanitario y que será el encargado de rematar lo que nos deje el coronavirus entre nosotros.
El año 2020 dejará huella para siempre en nuestra vida: en la personal, en la social y en la profesional. Especialmente a quienes, como los sanitarios, tuvieron que enfrentarse a la pandemia cara a cara. “Nunca hemos asumido que seamos héroes de nada, hemos hecho nuestro trabajo, nos hemos adaptado a las circunstancias”, asegura Juan Carlos Montejo, jefe de Medicina Intensiva. Los pasillos de su área están repletos de mensajes de agradecimiento de pacientes que pasaron por su unidad.
Lo han dicho muchas veces este año en el que han sido protagonistas, sólo hacen su trabajo y sólo piden poder hacerlo bien. En El Independidente un médico publicó una carta abierta al ministro de Sanidad, Salvador Illa, en la que solicitaba menos aplausos y más recursos. Corría el mes de abril y, tras la primera ola, denunciaron la fuga de sanitarios a otros países e incluso las comunidades autónomas competían por ellos. Han hecho paros y manifestaciones por la precariedad, especialmente de los más jóvenes, y por el maltrato de todas las administraciones.
“Cuando ves algo que te afecta, no lo quieres volver a ver y lo borras, pero es importante que lo vivido no lo debemos olvidar, por doloroso que sea. Es una peli que se puede volver a dar, no se nos puede olvidar lo aprendido. Si tiene algo de sentido es si hemos aprendido algo, porque si no hemos aprendido nada, esto ha sido un horror”, reflexiona la directora gerente del hospital, Carmen Martínez Pancorbo.
La gerente que vio escalar la pandemia por su mastodóntico hospital tiene clara una lección de todo lo vivido: “Si algo nos ha enseñado esta crisis es que nos ha reafirmado en algo que ya sabíamos: que los hospitales tienen que ir hacia un modelo de trabajo más colaborativo, donde los equipos clínicos y de gestión trabajen codo con codo. Hemos demostrado que, cuando se comparten objetivos claros en una organización y todos remamos en la misma dirección, nos hacemos mucho más fuertes y hacemos grandes equipos”.
Es la lección de su hospital, es la lección de los sanitarios: la fuerza de la unión. La lección de 2020.
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