El Covid-23 ha mutado, el confinamiento domiciliario va ya por la semana 213, el virus ataca el tejido cerebral y se han instalado campos de cuarentena para infectados. Por suerte, la frase anterior no es realidad, sino el escenario de la película Inmune, que dibuja un mundo cercano al apocalipsis tras una nueva mutación del coronavirus.
En el mundo real, la tercera ola parece desbocada en varios lugares del mundo, pero la esperanza de la vacuna hace que muchos se imaginen una vuelta a la normalidad en los próximos meses. Sin embargo, el desigual reparto de la vacuna entre países ricos y pobres puede poner en jaque la lucha global contra el coronavirus.
Mientras que en Europa, Estados Unidos y los países ricos del Golfo Pérsico la campaña de vacunación va a velocidad de crucero, en África apenas se han administrado 25 dosis, según datos de la Organización Mundial de Salud. Al sudeste asiático han llegado con cuentagotas, mientras que en Centroamérica y Sudamérica sólo hay vacunados en Costa Rica, Argentina, Chile y Brasil.
Más allá del debate ético -"El mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico", dijo el secretario general de la OMS-, esta estrategia de los países ricos de vacunar primero a su población puede volverse en su contra en el futuro, tal y como apunta el doctor en Genética Molecular Salvador Macip.
"La pandemia es un problema global y se tiene que solucionar de una forma global. No sirve que cada país vaya por su cuenta porque mientras el virus siga existiendo, el riesgo de pandemia seguirá estando ahí", explica el científico a El Independiente.
Rebrotes y mutaciones, dos peligros latentes
Se podría decir que la estrategia de Occidente es la siguiente: si vacunamos primero a nuestros habitantes, estaremos a salvo y podremos recuperar antes la normalidad, reabrir fronteras y reactivar el comercio. En cierto modo, no es desacertado.
"La primera consecuencia obvia de esto es que crearía todavía más desigualdad entre el Hemisferio Norte y el Hemisferio Sur", señala el presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), Marcos López. "Además, convertiría muchas zonas del sur en ghettos".
Está táctica conlleva además dos grandes riesgos. El primero, que la posibilidad de que prenda la mecha siempre estará ahí hasta que no haya una inmunización de grupo. Y el segundo, y más peligroso, es una posible mutación del virus.
"Mientras el virus esté circulando, el riesgo de que mute existe", advierte Macip. "Es cierto que este virus muta muy despacio, pero va mutando y existe el riesgo de que algún día aparezca una variante que sea resistente a los anticuerpos que han generado las vacunas. Eso significaría que la pandemia vuelve a empezar". Por ahora, se sabe que las vacunas de Pfizer y Moderna protegen de la cepa inglesa, pero hay dudas de que los anticuerpos valgan también para las variantes sudafricana y brasileña.
"Occidente está teniendo una actitud egoísta, pero es un egoísmo estúpido", continúa Macip. "Si fuéramos egoístas inteligentes, trabajaríamos para que el virus llegue a niveles mínimos en todas partes, parra que deje de ser pandémico y no haya nuevas variantes".
"El ser humano es humano", añade en ese sentido Marcos López. "Y eso implica todas las virtudes y todos los defectos. Aquí teníamos una buena oportunidad para mostrar solidaridad e inteligencia. Y nada..."
El error desde el día uno de la pandemia
Salvador Macip cree que la gestión que se ha hecho en el mundo con la pandemia no ha sido la correcta. "Cometimos un error desde el principio: no gestionar esto como un problema global. Cada país ha ido a la suya. En Europa, por ejemplo, no ha habido coordinación entre países. Y si vas más al detalle, en España no se han puesto de acuerdo ni las comunidades. Cada uno va con su criterio", explica Macip.
Cometimos un error desde el principio: no gestionar esto como un problema global. Cada país ha ido a la suya".
SAlvador MaciP
Si no se tomaron medidas conjuntas para frenar la pandemia, costaba mucho imaginar que con la vacuna iba a ocurrir algo diferente. Ya pasó con los tests en el inicio de la pandemia, cuando los países menos desarrollados esperaban y esperaban mientras los ricos recibían y recibían. Es una regla básica de la economía cuando hay un bien preciado y escaso.
"Deberíamos ser más justos y solidarios pero, al margen de eso, deberíamos ser más inteligentes y pensar más a la larga. Nos miramos mucho el ombligo a corto plazo y tenemos que mirar a nivel mundial para ver qué va a ocurrir en los próximos meses y años si el virus sigue corriendo".
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