Laura empezó a notar el coronavirus en su cuerpo a principios de abril. A esta enfermera de urgencias de un hospital madrileño le confirmaron su primera PCR positiva el 4 de abril. "Empecé con fiebre y un cansancio brutal. Estaba hecha polvo, ese fue muy principal síntoma durante la primera fase, no podía ir más que del sofá a la cama, yo que hago alpinismo. El día que me encontraba algo mejor podía poner una lavadora y tenderla en tres tiempos, descansando a cada rato", relata la enfermera.
Durante dos meses le realizaron varias PCR que seguían dando positivo. Hasta el 5 de junio no obtuvo una prueba diagnóstica negativa. Pero los síntomas no cesaron. "Al principio estaba muy mal físicamente pero después pasé a estar fatal también psíquicamente. No podía concentrarme, tenía olvidos básicos, no me salían las palabras", explica.
Esos síntomas - tampoco los físicos - no se fueron con la PCR negativa. "Yo lo resumía como que me había quedado tonta. En julio volví a trabajar con mucha incertidumbre. Me daba miedo equivocarme, me notaba mucho más lenta", explica esta enfermera que fue dándose cuenta de que su situación encajaba con lo que se empezaba a llamar Covid persistente.
En navidades, nueve meses después de haber enfermado, Laura seguía con mucha sintomatología y no muy decidida a vacunarse. "No me la quería poner porque pensaba que ya había tenido bastantes problemas este año. Pero un médico me animó, me dijo que había posibilidad de mejorar, y lo cierto es que así ocurrió. La primera dosis me sentó mal, pero a los 10 días empecé a mejorar, a sentirme un poco más yo", recuerda.
La segunda dosis la recibió el 6 de febrero. La reacción a la vacuna fue peor. "Lo pasé muy mal los primeros días, tenía escalofríos, náuseas, mucho dolor de riñones y sudores nocturnos. Tardaron más en irse, pero desde finales de febrero empecé a mejorar y ahora mismo estoy muchísimo mejor que antes de vacunarme", explica.
Esperanza con cautela
El testimonio de Laura, de 37 años, es uno de los casos que empiezan a ver los médicos en consultas y que se han reportado ya en varios países. Que los enfermos de Covid persistente, o al menos algunos de ellos, pueden mejorar su sintomatología con la vacuna. "Estamos muy esperanzados pero a la vez tenemos mucha cautela. Estamos viendo testimonios de sanitarios con Covid persistente de todo el mundo que, al llevar más tiempo vacunados, van reportando mejoría", apunta Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Medicina General (SEMG) y muy involucrado en la atención al Covid persistente.
Armenteros incide en la prudencia porque el efecto no se ve en todos los pacientes y porque, además, se desconocen los mecanismos fisiopatológicos tras el Covid persistente. "Todo lo que tenemos son hipótesis. Puede ser que el coronavirus provoque una alteración inmunológica en estos pacientes, cuyas defensas quedan mermadas, o que el virus quede acantonado, como hemos demostrado en algunos pacientes, en tejidos u órganos como el tronco del encéfalo o el tejido digestivo. Es a estos últimos a los que creemos que la vacuna podría hacer un mayor efecto, al aumentar la vacuna su capacidad inmunológica y, por tanto, su capacidad para luchar y vender al virus", explica el portavoz de la SEMG.
Francisco Tejerina, adjunto del Servicio de Microbiología Clínica del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, empezó a ver en mayo a compañeros del hospital que, una vez pasado el Covid, continuaban teniendo síntomas: "Tenían un cuadro clínico muy inespecífico, algunos no habían podido acceder a una PCR y la serología les daba negativa, por lo que ni había evidencia de que hubieran pasado el virus. Les hacíamos pruebas y todo salía negativo pero yo los conocía, sabía de la fortaleza de algunos que incluso habiendo pasado cuadros leves tenían después cansancio, dolores musculares, sensación de falta de aire y de confusión".
Desde entonces, Tejerina ha continuado viendo a decenas de sanitarios con Covid persistente y desde hace unas semanas algunos de ellos han empezado a comunicarle mejora en sus síntomas. "De momento son pocos, por lo que no podemos afirmar ni confirmar nada. Pero vamos a empezar una encuesta para conocer cómo les ha afectado la vacuna en sus capacidades funcionales, sabemos que hay alguno que es ahora cuando se ha podido incorporar a trabajar", añade el facultativo del Gregorio Marañón.
La vacuna como tratamiento
Sin lanzar campanas al vuelo, los médicos piensan que la vacuna podría tener, además del efecto preventivo para el que está indicada la vacuna, otro añadido terapéutico en parte de quienes sufren el llamado Covid persistente. "Lo que tenemos claro es que esto es una gran vía de estudio porque si se demuestra que la vacuna es efectiva contra los síntomas de Covid persistente podría ser oportuno cambiar las prioridades de vacunación de manera que se pueda adelantar la inmunización de estos pacientes a los que se genera, además de una protección, una mejora en su salud", indica Armenteros.
"Lo bueno es que la vacuna está indicada para todo el mundo y es, a falta de más evidencias, un regalo añadido. Por eso de momento debe servir para animar a todos los enfermos de Covid persistente a que se vacunen, porque más allá de quedar protegidos frente a otra infección, puede que noten una mejora", explica Tejerina
Enfermos de Covid persistente escépticos a vacunarse
Algunos enfermos de Covid persistente, también Laura, eran reacios a vacunarse. "Le dije a mi médico que prefería no vacunarme, que bastante tenía ya con el Covid como para arriesgarme de nuevo, pero me animó y ahora me alegro de haberlo hecho", afirma la enfermera.
Dentro de los colectivos de Long Covid que representan ya a cerca de 3.000 personas en toda España, la sensación aún es de incertidumbre. "Ya nos gustaría poder decir que la vacuna tiene un efecto pero aún no hemos conocido a nadie que lo pueda confirmar", explica Isabelle Delgado, portavoz del colectivo de estos enfermos en País Vasco.
Esa sensación es la misma que transmite Anna Kemp, que contó hace seis meses su experiencia a El Independiente y que acaba de cumplir un año enferma. Esta semana confiesa estar de recaída: "Yo convivo con problemas de respiración, de agotamiento y de niebla mental. Suelo pasar una o dos semanas mal, voy empeorando y acabo en urgencias y volviendo a casa con un nuevo antibiótico o inhalador. Esta caída está siendo devastadora para mí porque en febrero estuve algo más de tiempo mejor y pensé que mis síntomas podían ir remitiendo".
Esta mujer de 50 años que confesaba ya hace meses sentirse como si tuviera 90 se considera "provacunas en general" pero sin embargo escéptica frente a su propio caso. "Con la vacuna estoy más preocupada porque me pueda hacer empeorar que porque consiga ayudarme", afirma.
Desde la SEMG, que está trabajando para apoyar a estos enfermos desde hace meses y que incluso ha elaborado un protocolo para que puedan mejorar su atención médica, van a lanzar una encuesta para tratar de esclarecer el efecto de las vacunas en estos pacientes. "Los que no son sanitarios o profesores esenciales aún no se han vacunado casi ninguno, ya que el perfil es de mujeres alrededor de los 40 años, por eso queremos recopilar la máxima información posible que nos permita, a falta de estudios clínicos, poder acumular conocimientos que nos ayuden y sobre puedan ayudar a estos pacientes", concluye Armenteros.
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