El movimiento de EEUU a favor de liberar las patentes de las vacunas contra el coronavirus puede marcar un antes y después en la lucha frente a la pandemia en los países menos desarrollados. Tras el paso de Estados Unidos, la Unión Europea se ha mostrado predispuesta a debatir la suspensión de las patentes.
Los países más ricos del mundo llevan meses oponiéndose a la iniciativa de un grupo de estados liderado por Sudáfrica e India que reclaman el acceso a las tecnologías contra el covid, entre ellas la vacuna, para frenar la pandemia y sus devastadoras consecuencias. Cinco meses después de que se administrara la primera dosis, las desigualdades entre las zonas ricas y las menos desarrolladas son abismales. África cuenta con el 17% de la población mundial, pero solo ha recibido el 1,6% de las vacunas fabricadas. Mientras, América del Norte, con una población que no alcanza ni el 5% mundial, ha sido el destino del 26% de las vacunas.
Si finalmente se aprueba la liberación de las patentes de las vacunas, será un movimiento histórico. Hay muy pocos precedentes en los que la OMC haya acordado una suspensión temporal de determinadas patentes para aumentar la producción de un medicamento. Quizás el caso que más se le acerque ocurrió a principios de los 2000, con los antirretrovirales contra el VIH.
Los antirretrovirales del SIDA, el precedente
El virus de la inmunodeficiencia humana, identificado por primera vez en 1983, ha causado estragos en las últimas décadas, sobre todo en el África subsahariana. Se calcula que desde los ochenta hasta ahora han muerto entre 25 y 35 millones de personas en todo el mundo por el VIH.
Aunque todavía no existe una cura contra el sida, la industria farmacéutica sí desarrolló a finales del siglo XX varios cócteles que reducían la carga viral de los infectados, alargando además su esperanza de vida. Sin embargo, en sus inicios, estos antirretrovirales estaban protegidos por patentes y sólo estaban disponibles en los países más desarrollados e incluso ahí el coste era tan elevado que únicamente los más pudientes podían beneficiarse del fármaco.
Entonces, el precio que se pagaba por el cóctel de medicamentos era de más 10.000 dólares por persona al año. "Las consecuencias negativas de las patentes en medicamentos se volvieron internacionalmente muy visibles en el punto más alto de la crisis del VIH. Las medicinas antirretrovirales eran accesibles sólo en los países ricos, pero donde vivía la mayoría de las personas con VIH, que eran cerca de 30 millones, no se podía acceder porque costaban entre 10.000 y 15.000 dólares por paciente al año, a pesar de que el costo de producción rondaba los 50 dólares", recordaba recientemente la abogada holandesa Ellen ‘t Hoen, autora del libro Patentes privadas y salud pública, en una entrevista con infobae.com.
En el África subsahariana el virus se expandía. Sin apenas información sobre las formas de contagio, sin medicamentos y sin acceso al tratamiento, el VIH era una batalla que no se podía ganar. Las tasas de infección y de mortalidad no paraban de crecer. En Sudáfrica, las muertes anuales fueron en aumento entre 1990 a 2006, cuando se alcanzó el pico de 290.000 muertes por el virus según los datos de ONUSida. En 2019 la cifra se redujo a 72.000 muertos pese a que es el año en el que más personas había infectadas, 7,5 millones. ¿La razón?
Sin patente, el tratamiento se abarató un 99%
En los peores años de la epidemia de SIDA, a finales de los 90 en África, en los países más golpeados empezó a surgir un movimiento que reclamaba el acceso de las personas al tratamiento. Se enfrentaron a las farmacéuticas y a los gobiernos. La victoria llegó en el año 2001 con la Declaración de Doha, donde la OMC reconoció el derecho de los gobiernos a tomar todas las medidas necesarias para eliminar las patentes y priorizar la salud pública frente a los intereses de la industria.
Sin el monopolio y con la entrada de nuevos competidores, el cóctel se empezó a producir de forma masiva y el precio de los antirretrovirales cayó un 99% en apenas una década, según datos de Médicos sin Fronteras. Las consecuencias son más que visibles, de acuerdo a los datos proporcionados por un informe de ONUSida de 2020
En el año 2000 había unos 24 millones de personas contagiadas, se produjeron 1,4 millones de muertes y solo 590.000 infectados tenían acceso a antirretrovirales. Veinte años después, la cifra de contagiados ha aumentado hasta los 38 millones, pero las muertes se han reducido a la mitad (690.000) en gran parte gracias a que más de 26 millones de personas tienen acceso a antirretrovirales.
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