Los niños que nacieron cuando el coronavirus empezó a afectar nuestras vidas tienen algo más de 18 meses. A esa edad, la mayoría de los niños dicen ya sus primeras palabras y comprenden frases sencillas. Durante los próximos seis meses continúan añadiendo palabras a su vocabulario y en torno a los dos años muchos niños son capaces de decir ya medio centenar de palabras.
Como al resto de la sociedad, la pandemia ha trastocado la vida de estos bebés que nacieron en los primeros meses de 2020 y uno de los aspectos más importantes puede estar relacionado con la adquisición y desarrollo del lenguaje. ¿Afectará la mascarilla al habla de mi hijo? ¿Tardará mi hija más en empezar a hablar? El debate ha llegado a los grupos de padres y a las consultas de los pediatras.
De momento, la respuesta de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPEP) es que no hay evidencia científica que lo demuestre. Mientras que la AEPEP prefiere no valorar el asunto, desde la APEP si apuntan a esta posibilidad. "Aún es pronto para sacar conclusiones. Sólo podemos decir que el habla se aprende por imitación y las mascarillas pueden dificultar. Sin embargo, en casa, los padres no están con mascarillas. Es cierto que sí se usan en escuelas infantiles, pero, si se trata de retrasos en el inicio del habla, hay que tener en cuenta otros factores, como el uso excesivo de pantallas y la falta de interacción", afirman fuentes de la sociedad científica.
El tema está sobre la mesa e investigadores de muchas partes del mundo están ya trabajando para la adquisición de evidencias en este sentido. Desde España está trabajando en ello Núria Esteve-Gibert, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya e investigadora del Grupo de investigación en Cognición y Lenguaje Estudios de esta Universidad. Junto a dos colegas de Canadá y Portugal están coordinando una recopilación de estudios internacionales que esperan verá la luz a finales de 2021 o principios de 2022 en un número especial de la revista Frontiers in Psichology.
"Las evidencias aún no las tenemos pero partimos de la hipótesis de que sí puede haber afectación. Lo que sabemos hasta ahora es que ver los movimientos de los labios tiene mucha importancia a la hora de aprender a hablar, porque se hace una integración entre lo que se ve y lo que se oye. Sabemos que es importante verlos pero tenemos que comprobar el efecto que tiene taparlos", explica Esteve-Gibert.
La investigadora explica esta afirmación a través del llamado efecto McGurk. Harry McGurk y John Macdonald publicaron en Nature in 1976 Hearing lips and seeing voices (oyendo labios y viendo voces), un estudio en el que comprobaban como la pronunciación de unas mismas sílabas ("ga", "ta" o "ba") se percibía de forma diferente si se acompañaba de la imagen de un hablante pronunciando otra sílaba. "Aquí y no solo aquí, porque hay muchos otros estudios que van en este sentido, se ve cómo afecta la visión al desarrollo del agua. Otra cosa es lo que las mascarillas hayan podido suponer para los niños. Dependerá seguramente de la cantidad de estímulos auditivos hayan recibido, es lo que hay que comprobar", explica la investigadora.
A falta de la acumulación de evidencias, Esteve-Gibert cree que es posible que se confirme la hipótesis especialmente para los niños que partan ya de una afectación en el lenguaje. "Los niños sanos pueden llegar a tener mecanismos que les ayuden a compensar el déficit de estímulos, pero si ya había alguna dificultad, las mascarillas pueden agravar el problema".
La psicóloga se refiere a dos tipos de trastornos específicamente, los déficit sensoriales (sordera) y los trastornos específicos del lenguaje. Este último afecta al procesamiento de la parte acústica del habla. "Este trastorno tiene una alta prevalencia, se estima que hasta un 7% de los niños lo padecen, y les afecta sobre todo a la comprensión lectora, problemas fonológicos y posteriormente para la sintaxis", explica la investigadora, que asegura que "aunque estos niños adquieren posteriormente un lenguaje normal, el tiempo del trastorno les deja consecuencias relativas a la autoestima o a un desarrollo normal.
No obstante, la psicóloga apuntaba en un artículo junto otra investigadora de su grupo, Laura Ferniu, a distintas estrategias para compensar el uso de mascarillas. Entre ella la opción de gesticular "más y mejor, porque cada vez hay más evidencias científicas de que la gestualidad y el habla forman parte de un mismo sistema integrado de comunicación". También, junto a los bebés, aumentar lo que denominan "situaciones de atención conjunta" en la que el adulto y el niño atienden a un mismo estímulo. Por ejemplo "cuando el adulto y el niño miran y comentan juntos un libro, o cuando el niño juega a algún juguete y el adulto responde de manera contingente a lo que dice y hace el niño. Como tanto el adulto como el niño comparten un mismo referente visual en el espacio (y, por tanto, en el discurso), los niños tienen más pistas para asociar las palabras con lo que quieren decir", explican en su artículo.
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