La primera mención de la psoriasis se remonta al siglo IV antes de Cristo, cuando Hipócrates habló de ella por primera vez. En aquel momento aún se confundía con otras enfermedades de la piel y no sería hasta dos siglos más tarde cuando otro médico de la antigua Grecia, Galeno de Pérgamo, estableció el término psoriasis común para referirse a las enfermedades de la piel que causaban irritación. Muchos siglos después, en torno a 1800, se fue mejorando la clasificación de la psoriasis y se describió su asociación con la artritis. Veinticinco siglos de historia de una enfermedad de la que sin embargo, hasta hace menos de 40 años no se supo que se debía a la alteración del sistema inmunitario y que el 29 de octubre celebra su día mundial.
Hoy sabemos, además, que es una enfermedad inflamatoria autoinmune que sufre en España cerca de un millón de personas (más del 2%) y que en los casos graves está asociada a la aparición de otras enfermedades tan limitantes como la hipertensión, la obesidad o la diabetes. La gran mayoría de los afectados (85%) sufren alguna enfermedad asociada, según una encuesta de la principal asociación de pacientes, Acción Psoriasis.
La vicepresidenta de esta asociación es Montserrat Ginés, de 59 años, que convive con la psoriasis desde hace 13 años. Al inicio de la conversación cuenta que se acaba de poner la tercera dosis de la vacuna del Covid, al considerarse entre los enfermos inmunodeprimidos. Contenta por ello, recuerda cómo fue el periplo hasta que logró el diagnóstico: "Empecé con dolor de manos y pies, además de mucho cansancio. Yo tenía mucha responsabilidad en el trabajo, y lo asocié al estrés o incluso a la premenopausia. Estuve meses hasta que, gracias al consejo de mi hija, que entonces estudiaba medicina, llegué al reumatólogo".
El caso de Ginés es minoría, aquellos en los que la enfermedad empieza con artirtis psoriásica en lugar de placas en la piel. "Por los síntomas que tenía, el reumatólogo me dijo que podía ser artritis psoriásica, pero las placas no me aparecieron hasta un año y medio después y hasta entonces no tuve un diagnóstico completo", recuerda.
Desde ahí en adelante, Ginés pasó por lo mismo que la mayoría de enfermos, un desfile de tratamientos a prueba y error hasta que, por la falta de efectos, logró que le recetaran un medicamento biológico. "Ahí me cambió la vida porque yo tenía mucho dolor y había llegado a un punto en que no me podía ni mover. Ahora la piel y el dolor los tengo bastante controlados, aunque me siguen dando brotes".
En todo este camino y como al 85% de los pacientes, a Ginés le han ido diagnosticando enfermedades asociadas. Su caso es de los graves y le ha acarreado diabetes, hipertensión, hipertiroidismo y un síndrome que le provocó cataratas, de las que se operó con 57 años.
El efecto de la pandemia
Ginés ya estaba diagnosticada y asegura, que más allá de la incertidumbre y el extremo cuidado que llevó por ser inmunodeprimida, la pandemia no le produjo perjuicios añadidos.
La incertidumbre fue también de los médicos, como la del jefe de Dermatología del Hospital Universitario Fundación Alcorcón en Madrid, José Luis López Estebaranz: "No sabían cómo les podía afectar los tratamientos biológicos o sistémicos en cuanto al riesgo de contraer la infección por covid y si se los podían poner. Se comprobó que no aumentaba el riesgo de infección ni la morbilidad frente al covid".
Entre los más perjudicados, como en otras muchas enfermedades, han sido los nuevos casos en los que se ha retrasado el diagnóstico, aunque López asegura que ahora "se está recuperando satisfactoriamente este retraso".
Para los pacientes de la enfermedad, una de las mayores reivindicaciones es la mejora de la atención y tratamientos, que en una patología con un 85% de comorbilidad se hace aún más importante. Mejorar esa relación con el paciente es uno de los objetivos del recién publicado Entender la psoriasis desde el modelo afectivo-efectivo, impulsado por Janssen en colaboración con Acción Psoriasis y Cátedras en Red.
También para el dermatólogo uno de los retos es "seguir avanzando en la investigación de nuevos tratamientos para la psoriasis". "Aunque tenemos excelentes fármacos aún seguimos teniendo pacientes que no responden todo lo bien que nos gustaría", añade. Ginés lo corrobora: "Me gustaría poder disminuir el número de brotes de artritis que me dan, o espaciarlos y que no me costara tanto recuperarme tras uno de ellos".
Sin embargo, el sueño es otro. La curación para Ginés: "Ojalá como ha ocurrido en otras enfermedades, como la hepatitis C, pudieran curarla. A mí me encantaría porque la enfermedad me ha causado invalidez laboral y yo era una persona muy activa, me encantaría seguir trabajando". El mismo sale de López Estebaranz, "un sueño sería convertir esta enfermedad crónica en una aguda con tratamiento resolutivo".
Estos retos son cada vez mayores en una enfermedad cuya prevalencia ha aumentado un 1% en los últimos 15 años, según datos de Leo Pharma, y que en el mundo se estima sufren 125 millones de personas.
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