En su consulta, la psiquiatra Rosa Molina ve habitualmente lo que denomina “depresiones enmascaradas”. Personas con dolor de cabeza, molestias gastrointestinales o fatiga, casi sin síntomas emocionales y a las que les cuesta relacionar lo que sienten con un proceso depresivo. “La depresión causa tres tipos de síntomas; físicos, emocionales, como la tristeza o la apatía, y cognitivos, como falta de concentración o memoria. En estas personas, lo físico juega un papel más importante y no son capaces de relacionarlo con una depresión”, explica la autora de Una mente con mucho cuerpo (Paidós), una especie de manual para “recordar que cuerpo y mente son inseparables y que se expresan día”.
De hecho, la portada del libro es un dibujo en el que pueden identificarse un cerebro y un cuerpo. Su autora defiende que el cuerpo es muchas veces el primer lugar donde se manifiestan las emociones y que prestarles atención puede ser clave para nuestro bienestar. “Esas señales nos dan información valiosísima pero para percibirlas hay que parar, conectar con el cuerpo para poner en palabras lo que sentimos”.
Cada uno debe hacer su propio trabajo. “No hay un diccionario de las emociones corporales que podamos decir ‘si te duele la tripa es que tienes esto, si te da una punzada en el corazón tienes lo otro’, porque esos marcadores somáticos, como los llamaba el neurólogo António Damásio, no son más que experiencias de lo vivido que han quedado grabadas en forma de señales corporales”.
Unas señales corporales que hacen complicado separar cabeza de corazón. “Hablar de decisiones racionales o emocionales es una división artificiosa. Porque cuando tomamos una decisión, esa corazonada o parte intuitiva no es más que esos marcadores somáticos, cambios en vísceras grabados de experiencias previas que nos avisan pero inconscientemente. Aunque tiene un correlato neurológico que se ha comprobado científicamente”, afirma Molina, quien incide en esa línea difusa. “Lo emocional en su origen ha sido racional y por tanto es muy difícil hacer distinción”.
Molina también habla en su libro de los indecisos, a los que divide entre estilo lavadora y centrifugadora: “Ambos se atascan en las decisiones, incluso en las menos importantes, pero yo siempre digo que si estamos tan atascados es porque ambas son buenas, si no nos costaría tanto decidir. Es porque las dos opciones tienen ventajas y desventajas”.
Otro de los retos de la mente es la fuerza de voluntad. “La tenemos todos, igual que las emociones, pero en ocasiones podemos estar algo más bloqueados. En mi libro cuento cómo una lesión cerebral puede afectarla, igual que un golpe emocional”, apunta. Para activarla, cree que lo importante es “romper el hielo”: “El cerebro es plástico, para lograr una meta hay que empezar por objetivos muy ridículos, que rocen lo absurdo, con eso se consigue empezar y que entre las ganas que es lo que nos mueve”.
Activar la mente también depende del cuerpo, según la autora, que vaticina que “el currículum del futuro incluirá el ejercicio físico”. “Siempre digo que el ejercicio es el mejor ansiolítico o, mejor dicho, la mejor prevención de los síntomas de ansiedad y estrés.Libera endorfinas, produce un estado de relajación y bienestar, genera cambios a nivel físico porque produce vasodilatación, llega más sangre al cerebro, se liberan distintos neurotransmisores, aumenta el factor neurotrófico neuronal, que es como el alimento de nuestras neuronas… Todos estos cambios repercuten en que estamos cognitivamente más ágiles, emocionalmente más regulados, nos encontramos mejor, más estables, más tranquilos… y todo eso hace que rindamos más, por eso algunas universidades famosas, más bien fuera de España, llevan años haciéndolo y creo que se va a tener cada vez más en cuenta”.
Cuidar el cerebro es más relevante teniendo en cuenta que cada vez viviremos más años y porque, apunta la autora, “en ausencia de enfermedades neurológicas el cerebro puede permanecer intacto muchos años”. Un objetivo más alcanzable si se cuida la salud mental desde el propio cuerpo: “En cuanto a salud mental, vivimos con cierta marcación genética pero no es determinante, podemos modularlo. Tenemos que recordar que cuerpo y mente son inseparables”.
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