En el Centro Europeo de Control de Enfermedades, situado en Estocolmo, cientos de personas trabajan en la identificación de amenazas sanitarias. El año que la esquistosomiasis entró en Europa por Córcega, en 2011, manejaban una lista de unas 400 enfermedades. La esquistosomiasis no estaba entre ellas. "Los mejores especialistas reunidos en un centro que trabaja específicamente en esto no habían podido identificarla como amenaza. Esto no habla de incompetencia sino de la dificultad de predecir e identificar todas las amenazas con los recursos existentes, que son limitados", afirma Santiago Más Coma, Catedrático de Parasitología y experto de la Organización Mundial de la Salud.
El mundo lleva dos años pendiente de un patógeno, el SARS-CoV2, que logró extenderse por todo el mundo en semanas. Sin embargo, los virus no son los únicos microorganismos capaces de infectar de forma masiva a los humanos. Las bacterias multirresistentes a los antibióticos son otra de las principales amenazas para la salud mundial y las enfermedades parasitarias suponen un reto por la dificultad para luchar contra ellas, en caso de que se extiendan. "La rapidez con la que los virus explotan en una población va en línea de cómo, en general, se puede acabar con ellos. Contra los parásitos, por ejemplo, es mucho más difícil luchar", asegura Más Coma.
La esquistosomiasis es una enfermedad tropical que hasta 2011 estaba circunscrita a África. Se transmite a través de caracoles acuáticos que portan el parásito, un gusano. En humanos es grave y provoca daños en las vías urinarias, problemas renales e incluso cáncer de vejiga. Las enfermedades parasitarias están entre las que más preocupan a la OMS, como explica Más Coma, que colabora en la organización. "Las razones son tanto la gravedad de algunas de ellas, por ser subdesarrollantes y por su expansión geográfica. Una de estas enfermedades, la ascariosis, la padecen 1.300 millones de personas", añade Más Coma, presidente también de la Federación Internacional de Medicina Tropical.
La malaria es una de las enfermedades que se encuadran en ese carácter "subdesarrollante" que señala el parasitólogo: "España la erradicó en 1963 y a partir de ahí consiguió levantar cabeza. Estas enfermedades parasitarias son complejas, difíciles de tratar y no permiten que los territorios que las padecen prosperen".
Más que pandemias en el sentido que ahora hablamos de ellas - con su rápida expansión y transmisión - la amenaza de las enfermedades parasitarias es que consigan hacerse endémicas en nuevos territorios. El director del Instituto de Biotecnología de la Universidad de Granada, Antonio Osuna, explica en este sentido que si bien "los parásitos se adaptan muy rápido a los hospedadores y causan daños pero normalmente evitan matar. Lo hacen más los que han llegado hace menos tiempo a la especie humana, como la malaria, que sí se cobra un millón de vidas al año. Los expertos causan más bien enfermedades crónicas que pueden llegar a ser graves".
Otro de los problemas con los parásitos, explica Patricia Obregón, doctora en Biología Molecular y portavoz del Colegio de Biólogos de Madrid, es que "los parásitos son muy difíciles de tratar. Hasta ahora no había ninguna vacuna contra ellos y hace unas semanas se ha aprobado la primera contra la malaria. Su efectividad no llega al 40%, aún así a a salvar muchas vidas". Un ratio de eficacia que no se aceptaría para una vacuna contra un virus se acepta en un parásito porque no hay nada más. En 2015, tres investigadores recibieron el Nobel de Medicina por sus desarrollos de fármacos contra las enfermedades parasitarias (malaria y otras transmitidas por gusanos), ya que apenas hay tratamientos contra estas enfermedades que infectan a cientos de millones de personas en todo el mundo.
Bacterias, amenazas antiguas y futuras
Algunas de las epidemias más devastadoras del mundo las produjeron parásitos, como las de peste o cólera. "Fueron letales, la de la peste negra diezmó Europa, se dice que solo sobrevivió uno de cada tres. También las epidemias por tifus se dice que han matado a más personas que todas las guerras juntas", explica José Antonio Oteo, jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital San Pedro de La Rioja y portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc).
"Ese sería el escenario más terrible de una pandemia por una bacteria pero es muy poco probable. Estas pandemias por bacterias estaban ligadas a la pobreza, a la suciedad, a los desastres naturales o las guerras, porque eran transmitidas por vectores como la pulga de la rata en la peste o el piojo en el caso del tifus", explica Oteo.
Aunque de ambas enfermedades sigue habiendo pequeños brotes en el mundo, ahora la amenaza es otra. La de las bacterias multirresistentes, que han conseguido evadir la acción de los antibióticos y para las que, en estos momentos, no hay tratamientos. Este hecho se considera un problema de envergadura para la salud pública desde hace años y España cuenta con un "Plan Nacional de Resistencia a los Antibióticos" (PRAN) desde 2014. Los expertos de la Seimc cifran en 35.000 las muertes anuales que causan estas bacterias solo en España y a nivel global, un estudio de 2016 advertía que para 2050 estos fallecimientos podrían superar en número a los provocados por el cáncer, una de las enfermedades con mayor tasa de mortalidad.
Al director del Instituto de Biotecnología de Granada, le preocupa más una pandemia de una bacteria multirresistente que de un virus. "Tenemos más armas para controlar un virus. La extensión de una bacterias de este tipo la afrontaríamos sin mecanismos de control, sin armas, porque los antibióticos no funcionan y no tenemos con qué suplirlos", advierte.
En la misma línea apunta Oteo, que cree que "aunque se lleva muchos años trabajando en este tipo de resistencias, se necesita seguir investigando e invirtiendo en el desarrollo de nuevos tratamientos. Y hay que abordarlo desde una estrategia 'one health', que implique salud humana y animal, porque van de la mano", asegura.
Una pandemia no sería en ese caso "una epidemia en términos clásicos, en la que mucha población enferma de repente. Sin embargo, si el porcentaje de bacterias resistentes a los antibióticos siguen aumentando y no hay antibióticos eficaces, habrá muchas muertes durante mucho tiempo", incide el portavoz de SEIMC.
Frente a estas bacterias multirresistentes y la aparición de nuevas, el PRAN busca que se racionalice el uso de antibióticos y los expertos subrayan la importancia de continuar investigando. "En estos momentos hay 32 antibióticos en desarrollo contra bacterias multirresistentes. Aunque solo seis de ellos están basados en tecnologías innovadoras"; incide Obregón. La bióloga recuerda, además, que tampoco hay vacunas contra este tipo de bacterias, aunque la empresa española Vaxdyn tiene un proyecto avanzado en estadíos preclínicos que espera poder probar su vacuna en humanos en dos años, como recogió El País.
Lecciones de un virus
Aunque las diferencias son notables, los expertos consultados coinciden en que la pandemia de Covid deja algunas lecciones que es importante no olvidar, sea cual sea el próximo patógeno que nos ataque. "Hay que actuar con rapidez y rigurosidad, especialmente si el patógeno es nuevo y se sabe poco de él", afirma Obregón.
Desde su campo, Obregón reivindica también "la presencia de expertos en bioseguridad que participen en comisiones multidisciplinares encargadas de tomar las decisiones y que estén también en hospitales, lugares clave para controlar el riesgo biológico".
"La higiene de manos y otras medidas de prevención son siempre básicas, y espero que tampoco se olvide la importancia de la ciencia básica. Porque eso de que las vacunas se han desarrollado en un año es una verdad a media. Nada hubiera sido posible sin años de investigación básica previa", apunta Osuna.
En el caso de Oteo, recuerda el libro Ratas, piojos y la historia (Hans Zinsser, 1965), donde recordaba que "las enfermedades infecciosas están cambiando constantemente. Las nuevas se encuentran en proceso de desarrollo mientras que las antiguas están modificándose o desapareciendo". Para el experto esa es la clave: "Que habrá una nueva epidemia está claro. No sabemos cuándo ni de qué, si bacteria, virus o parásito. Hay que prepararse para esperar lo inesperado".
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