“El cáncer se nutre de nuestra imperfección, pero también del entorno, y del azar. De muchos factores que hacen que una sola célula entre cincuenta billones tenga la oportunidad de sufrir un solo cambio”. Así arranca el científico Carlos López-Otín, catedrático de Bioquímica e investigador desde hace décadas en cáncer y envejecimiento. Sus trabajos han permitido descifrar nuevos genes causantes de envejecimiento acelerado o cáncer hereditario.
En Egoístas, inmortales y viajeras (Paidós), López-Otín recorre el camino del cáncer desde su origen, hace millones de años, al entendimiento de la patología hace apenas unas décadas y lo que está por venir. El científico narra, siempre de forma poética, como una célula de nuestro cuerpo da lugar a un cáncer: “El cáncer tiene tres propiedades consustanciales a la muerte. Son egoístas, al contrario de nuestras células, porque en vez de dejar espacio a otras células cuando están dañadas aprenden estrategias para ser inmortales. Pero hasta ahí son como un tumor benigno. Solo unas pocas de ellas, menos del 0,1%, consiguen un crecimiento abusivo, que se convierte en un riesgo porque esas células van agotando los nutrientes y llenando todos los espacios posibles. A partir de ahí, algunas consiguen ser viajeras, llegar hasta la sangre y alcanzar otros órganos. Son las metástasis”.
Para que López-Otín pueda hacer este resumen de cómo las células tumorales se comportan en nuestro cuerpo, han tenido que pasar millones de años. “Se han hallado restos de tumores en huesos de dinosaurios de hace al menos 70 millones de años. Así lo describo en el libro, en el que tomo la personalidad de un dinosaurio que escribe en un diario cómo se siente”, explica el científico, “lo realmente sorprendente es lo tarde que empezamos a comprender el cáncer”.
En su libro recuerda los hitos desde 1953, cuando se descubre la estructura del ADN, y más de 25 años después cuando se descubren los oncogenes. “Fue entonces, ya en los ochenta, cuando se descubre que si se acumulan daños en una serie de genes que todos tenemos, se convierten en oncogenes. Casi llegamos al año 2000 cuando se entienden las claves de este proceso”, recuerda.
Su laboratorio en la Universidad de Oviedo ha sido uno de los que ha descubierto diversos oncogenes o ha logrado extender la vida de un enfermo de progeria, Sammy Basso, gracias a distintas investigaciones basadas en la edición genética. Su trayectoria, sin embargo, se vio afectada por la acusación de irregularidades en sus trabajos y la muerte de su colonia de 5.000 ratones de experimentación. Desde entonces, el investigador continúa su trabajo en la Universidad de Oviedo y ha publicado otros dos libros. La vida en cuatro letras y El sueño del tiempo. El recién publicado es el tercero que completa la trilogía.
Este último libro se dedica por completo al cáncer y López-Otín sitúa en 2009 el momento en el que la investigación sobre el cáncer empieza a sentar las bases del verdadero entendimiento de los procesos tumorales. “Ahora se trata de acumular más datos y que estos nos permitan trasladar más respuestas a la práctica clínica, pero ya se ha conseguido mucho, por ejemplo que más de la mitad de los enfermos puedan superar la enfermedad”, explica el investigador.
López-Otín habla de los logros pero también de los retos. “En cáncer infantil hemos hecho mucho, por ejemplo ahora se curan la mayoría de las leucemias infantiles. Pero también hay algunos tumores muy difíciles de curar y con eso no podemos ser complacientes. Sabemos que la mayoría de estos cánceres infantiles tienen un origen embrionario, antes de que el niño nazca, cuando las células se dividen millones de veces a gran velocidad y hay más posibilidades de que se produzca un error. En este tipo de retos hay que poner atención urgente”.
López-Otín escribe un libro sobre esperanza pero también advierte de que las últimas estadísticas han pasado de afirmar que el cáncer lo sufrirán un tercio de las personas a lo largo de su vida a incluso la mitad, sobre todo en varones. Para vencerlo, confía en los últimos avances, como las terapias génicas e inmunoterapias, como en los retos por venir como la mejora del diagnóstico precoz a través de biopsias líquidas.
“El genoma del cáncer fue un gran hito que permitió descubrir en un tumor concreto cuáles son las alteraciones genéticas que ha sufrido una persona y en función de eso, desarrollar fármacos específicos contra esas dianas. De forma más dirigida y por tanto menos tóxicas”, explica el autor de Egoístas, inmortales y viajeras.
Además, el científico cree que será necesaria “una mayor conciencia social de la propia salud”. Para escenificarlo, en su libro habla de una “Cumbre mundial del cambio oncológico en 2045, donde los activistas son niños que fueron pacientes de cáncer y se curaron gracias al conocimiento. En ella se da la solución para reducir a la mitad la incidencia y dicen que las claves están en: comer menos y mejor, ejercicio habitual y huir de la toxicidad”, explica el escritor.
Para López-Otín, su libro habla “de enfermedad, sí, pero más de vida. De una enfermedad que nos hace sentir muy vulnerables, nos provoca miedo por qué ha venido, los tratamientos nos provocan miedo, (como en casi ninguna otra enfermedad, pero el libro camina desde el miedo a la esperanza, desde el caos biológico al entendimiento con los genomas del cáncer y de la incertidumbre a la vida”.
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