El coronavirus se ha encontrado con un aliado que no estaba en los cálculos de cuantos se enfrentaban a la pandemia. Los no vacunados, por miedo o por convencimiento, conforman un territorio poblacional que favorece la circulación del virus. España es uno de los países donde este fenómeno es menos problemático. Las motivaciones principales varían de unos lugares a otros, pero hay países del este de Europa en los que el rechazo ha estancado la vacunación. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha lanzado el debate: ¿Debemos obligar a vacunar a toda la población?
Obligar a la población a vacunarse
Es la postura más extrema que se puede tomar con la gente que no quiere vacunarse y es una posibilidad que se empieza a contemplar en varios países en los que la tasa de vacunación es baja. “Pensar en una potencial vacunación obligatoria en la UE es un debate necesario”, ha avanzado esta semana Von der Leyen.
Alemania, con un 68% de la población inmunizada, ha anunciado ya que hará todo lo que tenga en su mano para imponer la vacuna obligatoria a partir de febrero, aunque es una decisión que tendrá que tomar el Gobierno que suceda al de Angela Merkel. Austria (con un 66% de vacunados) e Italia (73%) también se han posicionado a favor de obligar a la población. España, donde hay más de un 80% de vacunados, ya ha dejado claro que no tomará una medida de este calibre.
Alemania, la principal potencia europea, puede arrastrar a otros países a tomar las mismas medidas
El fútbol vuelve a jugarse a puerta cerrada/EFE/EPA/FILIP SINGER
"Hay dos grupos de gente que no se quiere vacunar. Por un lado, están los radicales, a los vas a convencer nunca porque su actitud no responde a datos. Yo creo que es más grande el porcentaje de indecisos, de los que dudan, algo que es razonable y es normal", señala el doctor en Genética Molecular Salvador Macip. "Yo creo que lo que importa es la pedagogía. Es mejor convencer que obligar a vacunar, ése debe ser el último recurso. Hay que probar antes todo lo que se pueda".
José Jonay Ojeda, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), coincide en esa visión. “En España no deberíamos plantearnos el debate de la vacunación obligatoria. Lo ideal es tratar de buscar incentivos para que la gente se vacune”.
Confinar a los no vacunados
Después de obligar a la población a vacunarse, en el escalafón de medidas severas viene el de confinar a aquellos que decidan no vacunarse. Austria implementó esta medida a mediados de noviembre, cuando la curva de contagios estaba disparada. Había más casos diarios que en cualquier momento previo de la pandemia y el Gobierno apostó por no castigar a las personas que se habían vacunado.
"Eso se debe a la variante delta (del virus), pero también se debe a la baja cuota de vacunación", dijo entonces el canciller federal, Alexander Schallenberg. Días después se declaró el confinamiento de la población general.
La medida puede ser una opción para otros países, pero España aquí tampoco tiene mucho que decir viendo los antecedentes judiciales de este tipo de decisiones. Tal y como recuerda José Jonay Ojeda la sentencia del Tribunal Constitucional, que declaró ilegal el confinamiento del primer estado de alarma, "aquí nadie se va a plantear confinamientos porque no hay un respaldo jurídico".
Pasaporte a la vida social
Limitar la vida social es la medida restrictiva menos agresiva y que, de momento, mejores resultados ha dado para movilizar personas hacia la vacunación de manera voluntaria. “El pasaporte Covid ejerce un estímulo para la vacunación, ha pasado en Cataluña y ha pasado en Francia, es su principal función”, explica el epidemiólogo Daniel López Acuña.
La implementación de este pasaporte se ha hecho para limitar la vida social y laboral de las personas. “Por ejemplo, a todas las personas que estén en contacto con personas vulnerables o para realizar actividades en espacios cerrados como en el ocio nocturno”, explica. Es la fórmula más extendida en España y que más quebraderos causa a las comunidades por la ausencia de una normativa nacional clara. Aragón, Baleares, Cataluña, Galicia, Murcia, Navarra y la Comunidad Valenciana son las siete autonomías que ya piden el pasaporte de vacunación para acceder a determinados espacios. En Europa, países como Francia, Italia, Portugal y Alemania también lo piden para entrar en espacios públicos como bares y restaurantes.
Un pintada contra el Green Pass, el pasaporte Covid italiano, en una calle de Roma
Rafael Ordóñez
Premiar o multar, el dinero vacuna
El dinero como motivación para la vacunación va en dos direcciones. En Austria se han establecido multas de 7.200 euros a los que se nieguen a vacunarse. Sin embargo en Eslovaquia la motivación económica es en forma de premio, con un bono de 500 euros para los mayores de 60 años que se vacunen con las tres dosis. En Estados Unidos, estados como California han organizado sorteos con premios de 50.000 dólares y en Colorado, se han dado 5 premios de un millón de dólares.
Convencer y repescar entre los que tienen dudas
“La mejor estrategia es la vía del convencimiento y de la no obligatoriedad, pero esa estrategía por sí sola no funciona”, así de contundente se muestra Daniel López Acuña. Para este epidemiólogo hay que “hacer pedagogía de los riesgos de los no vacunados y el daño social y sanitario que puede suponer no vacunarse, hay que intensificar la comunicación y la pedagogía”, afirma.
De entrada, ésta ha sido la estrategia que se ha seguido en todas partes con los planes de vacunación. Pero al final la administración de las dosis se ha topado con un muro de personas que no se vacunan. “De los cuatro millones sin vacunar que hay en España yo creo que cerca de dos millones se pueden ganar para la vacunación”, asegura Acuña. “Hay que repescar, porque no todas las personas no vacunadas son necesariamente antivacunas”, asegura. En este punto están la comunidades que desde el verano llevan campañas activas, muchas de ellas telefónicas, para convencer a los rezagados, especialmente entre las personas de grupos vulnerables.
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