Su libro ha levantado ampollas entre los farmacéuticos, aunque es un tirón de orejas a distintos colectivos. El lado oculto de la farmacia. Las medias verdades y mentiras que se esconden entre sus estanterías es una crítica a los farmacéuticos que recomiendan productos de nula o dudosa eficacia pero también “a las autoridades sanitarias, a los políticos, a medios de comunicación involucrados en que se vendan, a los médicos que los prescriben y también a la legislación”. Así lo explica su autora, Esther Samper, médica, investigadora y divulgadora científica.
“Algunos farmacéuticos han prejuzgado la portada creyendo que era un ataque al colectivo farmacéutico y en realidad”, afirma Samper, quien asegura que su libro “es una defensa del paciente, para que esté prevenido sobre productos que supuestamente cuidan de nuestra salud”.
Sin pelos en la lengua, Esther Samper pone nombre y apellidos a los productos y habla de categorías pero también de marcas comerciales. En primer lugar, Samper pone el foco sobre la homeopatía: “Es absurdo que se vendan en las farmacias porque los ensayos clínicos más rigurosos no han observado ningún beneficio y no hay ningún mecanismo fisiológico conocido por el cual la homeopatía podría funcionar. Mucha gente piensa que puede ser eficaz, lo que puede ser muy peligroso si en lugar de recurrir a un tratamiento efectivo, recurren a homeopatía”.
Samper lamenta que estos productos se pueden comercializar como “medicamentos” homeopáticos porque así lo permite la legislación, aunque hay “una especie de laguna legal, porque no están autorizados como medicamentos ni tienen registro sanitario, tan solo está autorizada de forma transitoria su comercialización”. La autora asegura que el Gobierno está revisando estos productos y que para 2022 podría terminar esa revisión que sacara la práctica totalidad de estos productos de las farmacias, “podría haber alguno que demuestre eficacia pero hasta el momento ningún producto homeopático ha sido autorizado por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS)”. De momento, para distinguirlos, Samper indica que “en la cajita tiene que venir indicado que es un medicamento homeopático y en algunos se puede leer ‘sin indicación terapéutica probada’”.
Aunque sí hayan pasado la autorización de la AEMPS, Esther Samper también pone el foco sobre algunos fármacos, que denuncia tienen “efectividad dudosa o incluso nula”. Samper explica que esos medicamentos están en las estanterías por dos razones fundamentalmente. Algunos de ellos, a los que denomina “dinosaurios”, porque se aprobaron antes de la segunda mitad del XX, cuando los requisitos eran mucho más laxos. “Todo cambió con la tragedia de la talidomida, un fármaco para calmar las nauseas del embarazo que causó graves malformaciones congénitas a miles de bebés”, explica en su libro. La otra razón para que estos fármacos estén en las farmacias es que, aun habiendo pasado ensayos clínicos, cuando se distribuyen masivamente en el mundo real muestran que no son tan efectivos o seguros.
Samper expone en su libro algunos de ellos, entre los que se destaca los que se venden para el resfriado o la gripe: “Hay fármacos contra los mocos y la tos que se venden y o no han demostrado eficacia o el riesgo de efectos adversos no compensa el mínimo efecto que pudieran tener, que son dudosos por los pocos estudios clínicos que hay o porque directamente son un peligro para los niños”.
Entre esos medicamentos que suponen un riesgo para los pequeños, la autora destaca “la codeína o los mucolíticos expectorantes, que se aconsejan a niños de corta edad”. En su libro incide en que el mejor mucolítico “es el agua” y que la FDA (la AEMPS americana) desaconseja cualquier medicamento para la tos o el resfriado en niños menores de dos años “por los efectos adversos graves y potencialmente peligrosos para su vida”, en España no hay ninguna recomendación general hasta la fecha aunque los medicamentos para la tos (codeisán, histaverín, toseína o bisoltus) no se recomiendan para menores de 12 años.
Otros de los productos que Samper pone bajo el foco son los complementos alimenticios: “Si una persona está sana, no tiene ningún requerimiento nutricional especial, por ejemplo no es un deportista de élite o está embarazada o tiene alguna enfermedad que le induzca un déficit nutricional, no tiene ninguna necesidad de tomar este tipo de complementos”. Además, en el caso de los déficits nutricionales, la autora de El lado oculto de la farmacia afirma que “lo recomendable es ir al médico, ver la causa y el tratamiento adecuado. No es bueno si tenemos sospecha de un déficit nutricional tomarlo directamente, porque puede que estemos retrasando un diagnóstico y un tratamiento más específico y necesario”.
Los productos a base de plantas medicinales son otros de los que advierte Samper y que se dividen en complementos dietéticos, medicamentos tradicionales a base de plantas y medicamentos a base de plantas. “Los complementos dietéticos, que por ley no pueden decir que previenen, curan o alivian enfermedades, porque no han pasado por ensayos clínicos para demostrar tales efectos; por otro lado medicamentos llamados tradicionales, que tampoco han pasado ensayos clínicos y que solo tienen que acreditar 30 años de uso y al menos 15 en la Unión Europea. Solo los fármacos a base de plantas tienen que acreditar ensayos, por lo que en estos productos hay un surtido muy variado de garantías”.
Ante este panorama, Esther Samper subraya que la solución “pasa por muchas acciones que tienen que salir de distintos colectivos. Por un lado las autoridades sanitarias y de consumo deberían ser más activos contra la publicidad engañosa, que es muy fácil de encontrar en teles o radios y rara vez se actúa de forma contundente contra ellos”. “Por otro lado los profesionales sanitarios”, continúa, “tanto médicos como farmacéuticos deberían informar con honestidad y claridad sobre la eficacia real de estos productos, así las personas gradualmente irían aprendiendo qué productos no son efectivos”. Y por último, se dirige a la legislación: “En algunos aspectos tiene bastante margen de mejora, sobre todo en publicidad de complementos dietéticos, porque hay muchas lagunas legales que las empresas de productos de salud usan para sembrar la confusión y la desinformación de los consumidores”.
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