El MoMo es el sistema que mide el exceso anormal de muertes en España. Para ello, compara el número de fallecimientos en un período determinado con la media de los diez años anteriores. Se creó en su día para observar la mortalidad por las olas de calor pero desde la llegada del Covid sirvió también para valorar el impacto de la pandemia. En 2020 ese exceso quedó en 68.172 muertes más de las esperables en un año cualquiera.

En 2021 hubo 24.490 muertes de más, de las que 11.786 se produjeron de enero al 18 de junio. En ese mismo período de este año, el exceso de mortalidad ha sido de 10.908, con especiales picos en mayo y junio de este año. El llamado "Sistema de Monitorización de la Mortalidad por todas las causas" atribuye este año 1.480 defunciones a la temperatura, en 2021 fueron 2.123. Además, para comparar las muertes de este año no se han tenido en cuenta - precisamente por su anormalidad - las cifras de 2020 ni los picos que se registraron en 2021, como confirman los técnicos del MoMo a El Independiente.

Estos datos reflejan que, aunque ya no miremos la pandemia y dirijamos la atención a otros ámbitos como en la película de Jennifer Lawrence y Leonardo Di Caprio, en los últimos meses aún ha muerto en España mucha más gente de lo que era normal antes de 2020. Los expertos apuntan a consecuencias "directas e indirectas" de la pandemia. "Es muy importante analizar el exceso de muertes que sigue produciéndose en España y que es fundamentalmente el resultado de la mortalidad por Covid y por el efecto indirecto, que sigue causando una sobremortalidad por otras causas como consecuencia de la saturación de la infraestructura asistencial producida por la pandemia", explica el epidemiólogo Daniel López-Acuña, ex directivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El doctor en Salud Pública Salvador Peiró lamenta que, pese a la pandemia, "no se haya reforzado un registro que confirme las causas de mortalidad" y ayude a explicar los datos del MoMo. Sin embargo, plantea varias hipótesis para explicar esta sobremortalidad. "Está habiendo una circulación de virus respiratorios fuera de temporada invernal. El SARS-CoV2 obviamente, pero también la gripe, que ha seguido circulando toda la primavera", explica, aunque aclara que por sí solo este punto no explicaría el exceso total de la mortalidad.

Como otros ingredientes en este sentido, cree que puede influir "el descuido de la atención a enfermedades crónicas durante la pandemia, tanto las clásicas como cardiopatías isquémicas, cerebrovasculares, insuficiencia cardiaca, enfermedad pulmonar obstructiva, pero también cáncer, tuberculosis, con pacientes que se han ido deteriorando". Peiró, investigador de la Fundación para Fomento de Investigación Sanitaria y Biomédica (Fisabio), apunta también que en estos datos podría haber influido ese factor de corrección aplicado debido a los inusuales años anteriores.

"Hay que tener en cuenta que tras haber cosechado (el denominado en inglés harvesting effect) muchísimas muertes en los dos años previos, especialmente de las personas que por su edad o morbilidad hubieran fallecido durante el periodo Covid y en los próximos meses, deberíamos tener un defecto de mortalidad, ya que la gente que debería estar falleciendo ahora ya lo ha hecho, y forma parte de los excesos de mortalidad de los meses pandémicos. Eso sugiere que el exceso real debe ser aun mayor que el detectado por MoMo", añade Peiró.

Señales de pandemia

Las muertes son una clara señal de que estamos en pandemia y que los dos últimos meses (del 1 de mayo a 18 de junio) han fallecido por Covid según las cifras oficiales 3.131 personas, mientras que en el mismo período del año anterior fueron 2.459.

Más allá de las muertes, en las últimas semanas la incidencia del virus ha permanecido al alza en el colectivo en que se mide, los mayores de 60 años que acuden al médico con síntomas. "Tenemos un problema con la información porque tenemos muy pocos datos, pero sabemos que están aumentando los contagios en mayores, además de las hospitalizaciones en las últimas semanas", afirma Joan Carles March, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública.

La incidencia este viernes pasado era de 755 casos por 100.000 habitantes, cifra que se encuadraba nivel de máxima alerta en el sistema de semáforo vigente hasta que se dio por terminada la fase aguda de la pandemia a finales de marzo.

Una de las razones por la que se explica este aumento de contagios es la entrada en circulación de las nuevas subvariantes de ómicron, BA.5 y BA.4, que han pasado en tres semanas de representar un máximo del 14% de virus circulantes al 65% en algunas comunidades autónomas. "La resistencia a los anticuerpos neutralizantes es el plus que tienen estas subvariantes. Se transmiten más y son claramente más resistentes a la inmunidad generada por las anteriores. Es el mecanismo que explica esta penetración que estamos viendo", explicaba el microbiólogo Rafael Delgado a El Independiente esta semana.

Otro de los chivatos de la ola son las aguas residuales. El último informe del Canal de Isabel Segunda, la empresa de aguas de la Comunidad de Madrid, refleja una presencia del SARS-CoV2 en las aguas estas últimas semanas que no se había visto anteriormente.

Gráfico de evolución general de presencia de SARS-CoV2 en aguas residuales para toda la Comunidad de Madrid


Canal de Isabel II. [ug/L miligramo por litro)

Aunque en los últimos días han aumentado, los indicadores de hospitalizaciones y UCI están menos tensionados que en olas anteriores y actualmente están las UCI por debajo del 5% y las camas hospitalarias al 2,3%. "Creo que sí estamos ante la séptima ola, pero una séptima ola diferente porque no afecta a ingresos hospitalarios en demasía pero sí a muertes, sí a contagios y sí a profesionales contagiados que dificultan más la atención sanitaria", expone Joan Carles March en relación a la situación actual.

Caylá cree que aunque "la visión general es que no hay pandemia, la realidad es que hay una población vulnerable – enfermos crónicos, mayores de 80 años, inmunodeprimidos, trasplantados... - con una inmunidad que ahora es más baja por el tiempo que hace que se vacunaron. Además, la mitad de los españoles aún no tiene la tercera dosis".

En este contexto, expertos como Caylá creen que habría que replantearse algunas cuestiones como "volver al aislamiento de los infectados, mejorar la recolección de datos, retomar la campaña de vacunación o los requisitos de ventilación de interiores y medición de CO2. Además de que se vuelva a poner sobre la mesa que estamos en una pandemia".

López-Acuña hace hincapié en la vacunación: "Sería muy importante, como ha recomendado el Centro Europeo de Control de Enfermedades vacunar ya, sin esperar al otoño invierno, a los mayores de 80 años con una cuarta dosis e intensificar la vacunación de los 15 millones de personas que aún no han recibido la tercera dosis". El experto insiste en que "es importante situarse en perspectiva ante el fenómeno de la sobremortalidad que nos sigue azotando con fuerza y que en una proporción importante es evitable con adecuada cobertura vacunal y con persistencia de las medidas de protección como la mascarilla en exteriores cuando hay aglomeraciones y no se mantiene la distancia física y la mascarilla en interiores mal ventilados".