Es hora punta en el Metro de Madrid en el primer día sin obligación de llevar mascarilla y en los vagones hay división. Por una parte han regresado las caras largas de quien va al trabajo o a clase y por otro los que las mantienen ocultas tras la mascarilla. Un día más en la vieja 'nueva normalidad'.
Yaimara y Yaimelia van con sus mascarillas negras y desechables hasta fuera del vagón. “Las llevamos por miedo y por prevención en el Metro y en el bus”, asegura Yaimara. El fin de la mascarilla ha llegado, pero no se va. “De momento”, deja en suspenso Yaimelia.
No son como la mayoría de la gente joven que nos encontramos en los vagones. La relación entre edad y mayor uso de mascarilla es perfecta. Se correlaciona con la afección de la gravedad de la enfermedad por grupos que paralizó el mundo en 2020. Tres años después faltan cerca de 120.000 personas que gustosamente irían hoy en el Metro de la manera que fuera.
Idalia es una de las que casi engrosa la lista de fallecidos, camina por los pasillos del Metro enfundada en su ropa de invierno con su mascarilla, igual que su marido. “Estuve dos meses en coma inducido, cómo no voy a llevarla en el Metro y en los autobuses”, afirma.
Hay que volver a la normalidad, no tengo miedo al virus
Tres años de experiencia pandémica han dado a los ciudadanos un conocimiento impensable en 2019. “Hay que volver a la normalidad, no tengo miedo al virus, si estuviéramos en una situación de peligro no habrían abierto la veda. Hay que dejarla para cuando estemos enfermos”, afirma un madrileño esperando el autobús.
Lejos queda aquella fase de negación inicial en la que acusaban de exagerados a los que compraban mascarillas, que había que dejarlas para los sanitarios, porque no eran necesarias. De ese punto se pasó a descubrir los tipos de cubrebocas -las más seguras, las menos, las caseras o las innovadoras como las mascarillas del CSIC-, para hablar después de sus precios, primero abusivos y luego irrisorios para, empezar a hablar de quitársela.
El respeto a quienes las mantiene puestas es máximo, de hecho se agradece si están enfermos para evitar contagios, un hábito en los países asiáticos que parece se queda en nuestro país. Con todo, no se puede olvidar que siguen siendo necesarias en hospitales, residencia y en farmacias. Los farmacéuticos no están muy contentos con esta medida, el 65% considera que deberían de dejar de ser obligatorias, según un estudio realizado por la consultora Shoppertec en 425 farmacias de toda España.
La pandemia en las últimas
La Plataforma de Organizaciones de Pacientes ha pedido que "no se olvide a las personas vulnerables" y hace un llamamiento a la prudencia "dada la época del año en la que nos encontramos, muy propicia para el aumento de infecciones respiratorias".
La Sociedad Española de Epidemiología anima a no descartar su uso, porque es una herramienta recomendable para las personas que presentan síntomas respiratorios compatibles con Covid, la gripe, el catarro, y otras infecciones respiratorias, que este invierno están dando más quebraderos de cabeza a la Sanidad que el Covid. Los indicadores del coronavirus en España continúan en retroceso, la ocupación hospitalaria ha descendido casi un 50% en el último mes, al pasar del 3 al 1,6 %, y un nivel de transmisión en los mayores de 59 años de 50 casos por cada cien mil habitantes. La pandemia, en España, cada vez se parece más a un recuerdo.
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