Hace apenas unos días Australia se convirtió en el primer país del mundo en autorizar para un uso médico la MDMA, popularmente conocida como éxtasis, y la psilocibina, un compuesto presente en las setas alucinógenas. A partir del próximo 1 de julio los psiquiatras australianos que cuenten con la autorización necesaria podrán utilizar estas sustancias para tratar a los pacientes que sufran, respectivamente, trastorno de estrés postraumático y depresión. El anuncio pilló por sorpresa incluso al psicofarmacólogo Antón Gómez-Escolar, que lleva tiempo investigando la revolución que están sufriendo unas drogas psicodélicas que, después de décadas de ostracismo, están suponiendo un cambio de paradigma en el tratamiento de las enfermedades mentales.
De los siete tipos de drogas existentes (según la clasificación de Mark Aldey), se considera que hay tres familias que presentan características psicodélicas: los psicodélicos clásicos (como el LSD), las sustancias empatógenas, (como la MDMA) y las disociativas, como el óxido nitroso (conocido como gas de la risa). Todos ellos tienen en común que alteran y distorsionan la percepción y la cognición, y son capaces de cambiar la forma en que pensamos y percibimos el mundo. La primera droga en ser autorizada en EEUU y Europa para un uso médico fue la ketamina, que pertenece al grupo de las disociativas y se emplea para tratar la depresión mayor, que es, según la Agencia del Medicamento, "la enfermedad mental más frecuente y una de las principales causas mundiales de años vividos con discapacidad".
"En realidad se trata de la esketamina, que es la purificación de la molécula de la ketamina. Se administra en forma de un spray nasal que tiene el nombre de Spravato. Hace poco entró en la cartera de los medicamentos subvencionados por la Seguridad Social, porque hasta ahora era muy caro", explica Gómez-Escolar, que detalla que únicamente se emplea con pacientes con los que no han funcionado los tratamientos tradicionales para la depresión. Y es que el uso de psicodélicos no está pensado para todo el mundo. "Se administran únicamente en pacientes en los que se vaya a ver una clara mejoría y no tengan criterios de elevado riesgo, como predisposición a la psicosis, bipolaridad o esquizofrenia, porque se pueden agravar. Por eso se hace una evaluación o cribado antes", explica el psicofarmacólogo.
El tratamiento con drogas psicodélicas tiene poco que ver con el resto que se utilizan actualmente, porque únicamente se llevan a cabo bajo supervisión profesional. Y es que no se trata, como explica Gómez-Escolar, de ir a la farmacia a comprar una pastillita de MDMA: "No te curan por sí mismas. Pero lo que sí te permiten es acceder a estados alterados de la consciencia donde la persona tiene profundas revelaciones. Esto hace que veas los problemas desde otro punto de vista, y también aumenta la neuroplasticidad del cerebro, lo que implica que en las siguientes sesiones de psicoterapia será más fácil cambiar patrones de conducta o patológicos que tenemos aprendidos".
Con la ketanima ya en uso desde hace años y el nuevo paso que Australia acaba dar con la MDMA y la psilocibina, que probablemente llegarán en los próximos años a Europa y EEUU, cabe preguntarse cuál será la siguiente droga en autorizarse para un uso sanitario. Gómez-Escolar explica que es complicado hacer una predicción, porque el resto están aún en fases de estudio preliminar. Pero apunta un posible nombre: el LSD. "Se ha demostrado que los psicodélicos son eficaces y seguros, siempre y cuando se usen en un contexto terapéutico controlado y bajo supervisión profesional. Se están produciendo grandes avances con estas sustancias en pequeñas inversiones de tiempo. Es como un catalizador o acelerador de la psicoterapia, que equivaldría a meses u años en otros tratamientos, lo que provoca una mejora rápida y duradera".
Decádas de prohibición
Con el objetivo de dar a conocer esta revolución en la salud mental que ha traído consigo el redescubrimiento de las sustancias psicodélicas y su uso medicinal, Gómez-Escolar escribió en 2022 la Guía esencial del renacimiento psicodélico, una introducción al tema donde aborda la historia de estas drogas, sus efectos, sus usos y las investigaciones que se han desarrollado. También ha puesto en marcha la Drogopedia de Antón, un portal de información educativa sobre las drogas. Todo con la idea de difundir sus funciones y sus riesgos para, como él mismo explica, "poder aprovecharlos y evitar la situación que se produjo en los años 60 o 70".
Y es que en aquella época esta el origen de las décadas de ostracismo que han vivido estas drogas. Algunos movimientos sociales antisistema en EEUU utilizaron sustancias de este tipo, lo que provocó que el Gobierno del país tratara de frenarlo impulsando una "guerra contra las drogas". A partir de entonces éstas sufrieron un desprestigio mediático que se expandió por todo el mundo, y que hizo que la desinformación y los bulos se mezclaran con las cosas que sí se habían demostrado científicamente (que en el caso de algunas drogas en concreto, no eran muchas por aquel entonces). El resultado fue que estas sustancias fueron prohibidas para un uso recreativo y que se descartara su investigación para un uso médico.
Gómez-Escolar explica que esa tendencia comenzó a cambiar a finales de los años 90 y por varias causas. Primero, porque los casos de trastornos y enfermedades mentales se dispararon en Occidente, lo que hizo necesario buscar nuevos tratamientos para hacerles frente. Segundo, porque las neurociencias habían evolucionado y se tenía un mejor conocimiento de cómo impactaban esas sustancias en el cerebro y si eran seguras o no. Y tercero, porque muchos centros e investigadores de prestigio comenzaron a interesarse en el tema.
Esa explosión de trastornos mentales puso de manifiesto que los tratamientos de salud mental no eran eficientes y requerían un proceso terapéutico demasiado largo. Y ahí entraron los psicodélicos. "Desde la segunda mitad del siglo pasado ha sido muy bestia. A día de hoy los trastornos mentales son la primera causa mundial de incapacidad. Es lo nunca visto en la historia. Ha pasado ser algo minoritario a ser mayoritario en la población, y más aún desde el Covid. Es verdad que ahora somos mucho más sensibles a detectar este tipo de cosas, pero el tipo sociedad en el que vivimos nos hace más propensos a ese tipo de enfermedades en concreto y menos a otras, como las enfermedades infecciosas, que siempre habían sido uno de los grandes problemas de la humanidad", concluye Gómez-Escolar.
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