El ejercicio físico aeróbico o cardiovascular es bueno para los pacientes con cáncer porque mejora su estado físico y emocional, pero los expertos van ahora más allá y recomiendan la realización de ejercicios de fuerza.
La Dra. Lucía González-Cortijo, jefa del Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid explica que “un excesivo encamamiento y vida sedentaria del enfermo conduce inexorablemente a la sarcopenia, es decir, a la pérdida de masa muscular”. La sarcopenia puede llegar a ser peligrosa porque afecta no solo al estado físico sino a la actitud mental del paciente oncológico.
Este ha sido un error histórico de la medicina no solo en los casos de enfermos de cáncer: la tendencia a la sobreprotección del enfermo ha conducido a un abandono de su forma física general y ha derivado en una atrofia y, lo que es peor, en una pérdida de masa muscular de consecuencias imprevisibles.
Fortalecer el cuerpo
Hoy parece claro que, por el contrario, el enfermo oncológico debe realizar ejercicios de fuerza para mejorar significativamente las perspectivas de vida de los pacientes oncológicos, acelerando la recuperación y fortaleciendo los cuerpos debilitados por la enfermedad y los tratamientos.
Lo ejercicios de fuerza, a diferencia de los cardiovasculares o aeróbicos, buscan aumentar el tamaño de los músculos y estimular las fibras musculares. A este grupo pertenecen por ejemplo las sentadillas, las dominadas, las pesas y tantos otros que implican el levantamiento o el movimiento de peso para estimular las fibras musculares.
La contracción muscular durante estos ejercicios impulsa la producción de miocinas, unas proteínas que no solo regeneran el músculo, sino que también tienen propiedades antiinflamatorias y estimulantes del sistema inmunológico. Las miocinas podrían incluso jugar un rol en la inhibición de crecimiento del cáncer.
Los estudios revelan que la supervivencia de pacientes con cáncer de mama ha mejorado con la introducción de ejercicio de fuerza supervisado. Además, también se ha observado menor mortalidad en cánceres de colon, próstata.
La actividad física intensa ha demostrado que reduce un 40% el riesgo de contraer cáncer en deportistas profesionales, lo que realza el valor preventivo del ejercicio. Estos datos se suman al creciente cuerpo de evidencia que respalda una relación directa entre el ejercicio regular y una baja incidencia del cáncer.
Cuánto ejercicio
La Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere como base 150 minutos semanales de ejercicio moderado o 75 minutos de ejercicio intenso, pero los expertos abogan por un enfoque más intensivo para los pacientes oncológicos. En cualquier caso, la personalización es crucial en la prescripción del ejercicio: la tolerancia, capacidad y recuperación del paciente deben guiar la intensidad y frecuencia del entrenamiento.
La progresión debe ser siempre gradual e individualizada atendiendo a los síntomas de alarma
Las sesiones de entrenamiento de fuerza requieren supervisión médica y un ajuste preciso según la respuesta individual del paciente para evitar complicaciones y maximizar los beneficios.
En opinión del Dr. Luis Serratosa, jefe del Servicio de Rehabilitación, Medicina Deportiva y Fisioterapia del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, Las recomendaciones de la OMS son un mínimo. Partiendo de ese punto de partida, cuanto más mejor, siempre que sea tolerado y asimilado por el paciente. En cuanto al ejercicio de fuerza las recomendaciones son un mínimo de entre dos y tres días en semana (alternos) con sesiones que incluyan de seis a ocho tipos distintos de ejercicio de los principales grupos musculares y con tres series de entre 8 y 12 repeticiones con recuperación entre cada serie. Lo ideal es combinar ejercicio aeróbico y de fuerza y no dejar más de dos días de inactividad, aunque es preciso puntualizar que el paciente oncológico requiere una personalización de la dosis de ejercicio, tanto en el número de sesiones y repeticiones como en la relación entre carga, peso y resistencia. También los tiempos de recuperación han de ser adaptados.
En las sesiones de ejercicio de pacientes oncológicos se debe realizar una valoración continuada de la tolerancia al ejercicio a través de la sensación de esfuerzo, fatiga y recuperación. “También hay que tener en cuenta otras enfermedades relacionadas o no con el cáncer y por supuesto los efectos secundarios y secuelas de los tratamientos médicos o quirúrgicos. Muchos de los pacientes pueden llegar a realizar ejercicio intenso, pero la progresión debe ser siempre gradual e individualizada atendiendo a los síntomas de alarma”, concluye el Dr. Serratosa.
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