Existen múltiples factores implicados en el desarrollo de las patologías tiroideas, bastante frecuentes en nuestra sociedad, entre los que se incluyen factores genéticos, ambientales –como el déficit de yodo– o de autoinmunidad. Los trastornos tiroideos son hasta 10 veces más frecuentes en las mujeres, lo cual podría guardar relación con los cambios hormonales que se producen en ellas a lo largo de la vida.
Así lo asegura la doctora Marta García Vázquez, especialista en Endocrinología y Nutrición del Hospital Quirónsalud A Coruña, quien señala que las enfermedades tiroideas más frecuentes son el hipotiroidismo, el hipertiroidismo, las tiroiditis, y el bocio; este último implica un aumento en el tamaño de la glándula y puede ser difuso o a expensas de la formación de nódulos.
Sobre los síntomas o señales que nos pueden poner sobre aviso de un posible problema tiroideo, esta experta apunta en primer lugar a los nódulos tiroideos, que en ocasiones pueden ser percibidos por el propio paciente, tanto visualmente como mediante la palpación en la zona anterior del cuello.
“Si la glándula se encuentra muy aumentada de tamaño, como sucede en algunos casos de bocio multinodular, podríamos llegar a experimentar dificultad para tragar, para respirar, o bien una disfonía permanente”, añade esta experta.
Hipotiroidismo vs. hipertiroidismo
Los síntomas que podrían hacernos sospechar de un hipotiroidismo serían fundamentalmente el cansancio, la ganancia de peso no justificada por otros motivos, la sequedad de la piel, el estreñimiento, el embotamiento mental, o bien la depresión.
Además, en el caso del hipertiroidismo, nos encontraríamos con unos síntomas totalmente opuestos, principalmente palpitaciones, sudoración excesiva, intolerancia al calor, temblor de manos, nerviosismo, diarrea, o por el contrario, con la pérdida de peso.
En este sentido, la doctora García Vázquez indica que quizás el hipotiroidismo sea la patología tiroidea que “más consecuencias emocionales puede implicar” cuando todavía no se ha establecido el tratamiento o éste no está bien ajustado.
“El propio hipotiroidismo puede condicionar un estado de ánimo más deprimido, a la vez que la ganancia de peso que puede producirse a causa de este trastorno puede llegar a ocasionar importantes problemas de autoestima en los pacientes”, subraya.
Según la doctora García Vázquez están creciendo las corrientes que abogan por modificaciones nutricionales, como la supresión del gluten en pacientes con enfermedad tiroidea autoinmune, dado que la celiaquía es también un trastorno autoinmune que puede coexistir con esta patología. De hecho, hay estudios en los que se alega que ésta podría llegar a mejorar retirando el gluten de la dieta: “Por el momento, todavía es necesaria la realización de estudios que arrojen base científica sobre este tema”.
Cuidado con los embarazos
En cuanto a las consecuencias para la salud de la mujer, esta especialista del Hospital Quirónsalud A Coruña mantiene que, tanto en el caso del hipertiroidismo, como del hipotiroidismo, pueden ocasionar alteraciones menstruales, así como todos los síntomas descritos previamente.
El embarazo es una situación especial en la que cobra especial importancia la enfermedad tiroidea: “Es muy frecuente la aparición o la detección de alteraciones de la función tiroidea durante el embarazo, o en las analíticas que se realizan al principio del mismo. Se requiere en estos casos de un tratamiento más estricto; aparte de un control más exhaustivo de esta patología durante el embarazo, ya que, de no ser así, podría aumentar el riesgo de abortos, o de otras complicaciones en la gestación”.
Cuidados y tratamientos a seguir
En general, asegura la especialista de Quirónsalud A Coruña que no existen unas recomendaciones específicas más allá del consumo de sal yodada, o sin yodo en caso de un hipo o hipertiroidismo, respectivamente. “Lo más importante es llevar un control médico adecuado con las revisiones oportunas para ajustar el tratamiento según cada caso”, asegura.
Recuerda la doctora que la tiroides es una glándula ubicada en la región anterior del cuello, por debajo de la laringe, que se encarga de la producción de las hormonas tiroideas, las cuales regulan el metabolismo global de nuestro cuerpo. “Esto implica a casi todos los órganos y afecta a múltiples funciones como el ritmo cardíaco, el crecimiento, el peso, la digestión o incluso el estado de ánimo”, añade.
Cuando existe un problema en este órgano, el tratamiento es fundamentalmente farmacológico y depende de cada caso. En el hipotiroidismo se trata de aportar en forma de pastillas la hormona tiroidea que nuestra tiroides no produce de manera suficiente; pautando en muchos casos levotiroxina, calculando la dosis por peso del paciente, y ajustándola posteriormente en función de los controles analíticos. “Se trata de un tratamiento que el paciente deberá mantener de por vida”, indica la especialista de Quirónsalud.
Escala terapéutica
Mientras, en el hipertiroidismo, el primer escalón terapéutico serán los fármacos antitiroideos, que se encargan de inhibir la sobreproducción de la hormona tiroidea por parte de nuestra glándula. “En el hipertiroidismo autoinmune es necesario mantener el tratamiento entre 12 y 18 meses, y posteriormente reevaluar; si la carga autoinmune ha disminuido, se puede intentar suspender el tratamiento; aunque siempre teniendo en cuenta que es una enfermedad con una alta tasa de recidiva”, agrega.
Otra opción terapéutica sería la administración de yodo radiactivo, que es absorbido por el tejido tiroideo hiperfuncionante, provocando inflamación y necrosis del mismo: “Se trata de un tratamiento más definitivo, aunque con el riesgo de sufrir un hipotiroidismo secundario”.
La tercera opción, en casos de difícil control y de recurrencia con tratamiento médico y/o contraindicaciones para el tratamiento con yodo, puede acabar recurriéndose a la extirpación de la glándula. En cuanto al bocio, la especialista de Quirónsalud A Coruña subraya que será necesario caracterizar bien los nódulos mediante ecografía, de manera que se pueda decidir si es necesaria la realización de una citología, la cirugía, o simplemente una vigilancia periódica con ecografías.
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