El ser humano recibe una gran cantidad de información del mundo que le rodea a través de los sentidos. Esta información llega al cerebro, donde se procesa, organiza y se consigue que tenga significado. El cerebro de una persona adulta pesa entre 1.300 y 1.400 gramos y contiene unos cien mil millones de neuronas que se encargan de coordinar el pensamiento, las emociones, la conducta, el movimiento y las sensaciones. Además, entre las funciones del cerebro están las de regular la respiración, la temperatura corporal, la circulación sanguínea o la digestión. Cuando una persona toma una decisión o experimenta alguna emoción, en el cerebro se producen una mezcla de procesos químicos y eléctricos. Si se produce algún tipo de deterioro en el cerebro, cualquiera de estas actividades pueden verse afectadas. 

El alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa, un trastorno cerebral que destruye lentamente la memoria, la capacidad de pensar y, con el tiempo, impide llevar a cabo las tareas más sencillas. Es la primera causa de demencia. En España hay alrededor de 600.000 personas que sufren esta enfermedad como consecuencia del envejecimiento progresivo de la población.

La enfermedad de Alzheimer fue identificada por primera vez por el neuropsiquiatra alemán Alois Alzheimer (1864-1915), que describió esta neuropatología en una paciente desorientada a la que trató en 1901. Esta mujer, de 51 años, ingresó en el hospital psiquiátrico de Fráncfort con un grave deterioro de la memoria, sobre todo de la reciente, con desorientación espacio-temporal, incapacidad para comunicarse así como dificultad para comprender y juzgar situaciones. Cuando murió, el neuropsiquiatra pudo examinar su cerebro post mortem y en 1907 publicó su descubrimiento, dando su nombre a esta enfermedad.

Beta amiloide y tau, los biomarcadores clave

Se desconocen las causas que provocan el alzhéimer, pero existen componentes genéticos y antecedentes familiares que aumentan el riesgo de padecer esta enfermedad. Últimamente ha habido un avance importante para detectarla a través de biomarcadores que miden dos proteínas tóxicas, la beta amiloide y la tau. Cuando se acumula beta amiloide, forma placas que interrumpen la comunicación entre las neuronas cerebrales. Por otro lado, las proteínas tau ayudan a transportar nutrientes y otros materiales importantes a las neuronas cerebrales. En la enfermedad de Alzheimer, estas proteínas tau cambian de forma y se organizan como ovillos que interrumpen el transporte y provocan los daños neuronales. Estas dos proteínas se depositan en el cerebro de manera precoz, alrededor de las neuronas, provocando el daño neuronal característico de la enfermedad de Alzheimer.

Rafael Arroyo, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid
Rafael Arroyo, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid.

"Si no son la causa, participan en el proceso degenerativo. Las proteínas beta amiloide y tau son los biomarcadores que nos están ayudando a definir mejor la enfermedad. Estos biomarcadores se pueden obtener a través de un estudio del líquido cefalorraquídeo en laboratorios especializados o por medio de PET (Tomografía por emisión de positrones), sobre todo para la detección de la beta amiloide", explica el doctor Rafael Arroyo, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid.

Antes de que aparezcan los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheimer, suelen surgir alteraciones cerebrales como desorientación, problemas para encontrar palabras o cambios en la conducta y el carácter. Si esto sucede, puede ser el comienzo de la enfermedad. Suele ocurrir con más frecuencia en personas mayores de 70 años, y a partir de los 80 años esta frecuencia aumenta, llegando a afectar a un 20 por ciento de la población.

Detección temprana

Detectar los síntomas de manera temprana es fundamental, sobre todo para que las familias de estos enfermos tengan toda la información posible y sepan cómo reaccionar ante un problema de esta índole. Es muy importante llevar una vida ordenada y rutinaria. Por ejemplo, mantener en el mismo sitio los objetos que se utilicen a diario, como llaves, teléfono móvil o cartera. Es importante que el enfermo lleve siempre encima una identificación o un brazalete de alerta médica y un móvil cargado, con localización por si se pierde. 

No existe un tratamiento para curar o detener el deterioro que provoca la enfermedad de Alzheimer. "Los resultados de los tratamientos son moderados porque no se han conseguido fármacos que alteren las proteínas que creemos que tienen mucha importancia en la enfermedad y porque se llega tarde a la hora de poner el tratamiento", añade el doctor Arroyo. "La investigación, en estos tratamientos, se centra en hallar nuevos fármacos. Muchos son anticuerpos monoclonales que bloquean las proteínas beta amiloide y tau en estadios iniciales o en casos asintomáticos". Sin embargo, algunos fármacos ayudan con los síntomas de la memoria y otros cambios cognitivos en una etapa temprana de esta enfermedad. Por eso es muy importante acudir al especialista si se detecta en un familiar un deterioro cognitivo, desorientación, dificultad para expresarse o para realizar las actividades de la vida cotidiana para iniciar un tratamiento e intentar reducir el deterioro que sufren las personas que padecen la enfermedad de Alzheimer.