Se fugó Carles Puigdemont en octubre de 2017 y se volvió a esfumar el pasado jueves para regresar a Waterloo. Dejó tras de sí un aroma de revancha e impotencia que permiten deducir que el proceso soberanista no ha concluido y que la herida abierta como consecuencia de estas turbulencias sigue abierta, con riesgo de infectarse y gangrenarse.
Leía estos días atrás el libro que ha coordinado David Felipe Arranz -que es amigo, pero no pariente- con motivo de las bodas brillantes de El tercer hombre, editado por Silex y en el que 14 personalidades del mundo de la cultura ofrecen su particular visión sobre el filme. Lo que sucedió el jueves en Barcelona me recordaba a la persecución que el protagonista del filme -Joseph Cotten- hace a su antagonista -Orson Welles- en la noche vienesa, entre las sombras tan bien representadas por un estilo que recuerda al expresionismo alemán.
Welles interpreta en la cinta a un traficante de penicilina adulterada que actúa en la Viena empobrecida y hambrienta de la postguerra, que los aliados habían dividido en varias zonas. Lo hace en la clandestinidad, dado que todo el mundo piensa que murió atropellado por un camión. De hecho, su entierro llegó a celebrarse en el cementerio de la ciudad austríaca. En realidad -como Puigdemont- se fugó. Cuando el protagonista de la cinta le encuentra, le sigue, pero le pierde el rastro entre las calles de la ciudad, ruinosas y oscuras. En un visto y no visto, desaparece, se esfuma. ¿Le suena la historia al lector?
Después, descubre que se mueve entre las alcantarillas. ¿Le suena también esto?
Es especialmente memorable la escena de la noria, en la que ambos personajes coinciden en una cabina. Ahí se comprueba la amoralidad del prófugo, a quien no le importa que la penicilina -robada de los hospitales- que vendía adulterada matara incluso niños. “¿Ves todos esos puntos negros que son las personas desde aquí arriba? ¿Te producen algún sentimiento de compasión?”, le dice Welles a su interlocutor. Y estos días previos alguno podría llegar a preguntarse: ¿Piensa Carles Puigdemont en el daño a la convivencia que hacen sus acciones?
Una de las autoras del libro coral que coordina Arranz -Lucía M. Cabanillas- recuerda una frase que se pronuncia durante esa charla: “Recuerda lo que dijo no sé quién. En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, hubo guerras, matanzas, asesinatos... Pero también Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco”.
Esperemos que después de estos años de tribulación y sinrazón en España, al menos, se abra paso una década de calma y razón. Dos dones que se han perdido por estos lares.
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